Entre los cambios académicos, económicos y socioculturales del siglo XXI se encuentra la transformación del rol de los pilares de la familia nuclear, considerando la estructura familiar tradicional, conformada principalmente por un padre que trabajaba, una madre encargada del hogar y, en promedio, tres hijos. Actualmente, el modelo familiar tradicional ha evolucionado. Poco menos de la mitad de las familias se conforma por dos personas que tienen la carga económica, convirtiéndose ambos en proveedores del hogar. Conforme a este nuevo modelo, ¿quién se convierte en la persona encargada de administrar dichos recursos y absorber la carga doméstica?
En nuestro ámbito, entre las mujeres que trabajan como abogadas, en general, no hay una relación clara entre sus ingresos y las horas que dedican al trabajo de cuidados. En promedio, las abogadas que viven con hombres que dedican más tiempo a estos quehaceres ganan una remuneración ligeramente mayor.
De acuerdo con el Informe “Derecho Desigual. Las Brechas en la Abogacía en México”, de Abogadas MX, de cada 10 mujeres que ejercen como abogadas, 5 son madres y 4 están casadas o viven en unión libre. Respecto a la participación en el mercado laboral, las mujeres que estudiaron derecho, que sí trabajan por una remuneración (pero no necesariamente como abogadas), dedican en promedio 25,7 horas semanales al trabajo de cuidados, mientras que sus contrapartes, que no participan en el mercado laboral, dedican en promedio 35,1 horas por semana a estas tareas.
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Sin embargo, en términos del tiempo que los hombres de sus hogares aportan al trabajo de cuidado, casi no existen diferencias entre las abogadas que sí participan en el mercado laboral y las que no.
Considerando que profesiones como la abogacía implican jornadas laborales extensas, cargas de trabajo relevantes, así como un compromiso constante de orientación al cliente, en el caso de las mujeres que se desarrollan en este ámbito resulta retador el también tener el rol de la persona encargada plenamente de las labores domésticas y del cuidado de los hijos. Lo anterior en ocasiones implica el tomar una decisión entre estar más involucrada en el rol laboral que en el familiar o viceversa, lo que, en ambos casos, supone un costo de oportunidad.
Al respecto, Claudia Goldin, autora del libro “Carrera y Familia”, ha estudiado con detalle el efecto que tiene en la desigualdad laboral el que en las parejas exista una persona que, aun cuando trabaje, deba estar de “guardia” ya sea para atender responsabilidades del hogar o para cuidar a los hijos y que, además, esta persona sea quien usualmente decide aceptar una oferta laboral que provea mayor flexibilidad o sea menos demandante. Esto puede implicar un menor sueldo o un puesto de menor nivel al que podrían tener o aspirar, en el afán de poder hacerse cargo del hogar.
De ahí la importancia de, como pareja, tomar decisiones que permitan tener mayor equidad y que posibiliten el desarrollo profesional y personal de ambos.
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Para lograr una mayor equidad, el rol doméstico y las responsabilidades del hogar deben ser compartidos entre las partes que conforman a la pareja, haciendo énfasis en el verbo compartir, que es sustancialmente diferente del verbo delegar y del verbo ayudar.
Es importante ser conscientes de que nuestra pareja forma parte de un equipo de trabajo con control y poder equitativo, en el que no es uno solo elaborando un plan de tareas a cumplir, esperando a que el otro las ejecute o simplemente ayude a que estas se ejecuten, pues esto significaría una carga mental para quien administra, que generalmente son las mujeres.
Sencillo decirlo, pero difícil ponerlo en práctica, porque tanto hombres como mujeres hemos crecido en un ambiente sociocultural con roles preestablecidos que, al querer ejercer cierto cambio en una estructura que lleva siglos en ejecución, se reproducen tensiones y resistencias.
Eve Rodsky, egresada de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, ha creado un novedoso sistema denominado Fair Play, en el que ambas partes siempre ganan. Dicho sistema fue diseñado para que las parejas pudieran, de manera equitativa, asumir responsabilidades del hogar.
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El sistema antes mencionado consiste, de manera general, en dividir 100 actividades conforme a los siguientes grupos:
- Actividades del hogar. Lavar platos y ropa, preparar alimentos, etc.
- Actividades fuera del hogar. Llevar el carro al taller, a los hijos al colegio o a actividades extracurriculares, etc.
- Actividades de cuidado. Atención a la mascota, rutina nocturna con hijos, citas con doctor, etc.
- Actividades interpersonales. Organización de cumpleaños, salidas con amigos, festividades, etc.
- Actividades esporádicas. Funerales, cambio de trabajo, mudanza de hogar, etc.
- Actividades “unicornio”. Actividades especiales para reinventarse.
Posteriormente, se asigna un valor a cada actividad (entre más tiempo y esfuerzo requiera ejecutar la actividad, más valor tiene) y se reparten de manera equitativa, según dicho valor. La persona que tenga las actividades designadas debe ser la única responsable de a) concebir, b) planear y c) ejecutar, sin que la contraparte tenga obligación alguna de recordarle a su pareja que debe cumplir con su responsabilidad designada.
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La metodología anterior puede funcionar para diversas parejas y representa una fórmula para lograr mayor equidad entre ambas partes.
Mucho se ha escrito en torno a este tema y esta es solo una de diversas herramientas que pueden implementarse para abrir la comunicación y tomar decisiones encaminadas a lograr los objetivos profesionales y familiares, pero en todos los casos suponen la buena disposición y compromiso de la pareja.
Lo anterior, aunado a cambiar el modelo actual de “trabajo avaricioso”, al que hace referencia Goldin, que se define como aquel en que se valoran más las jornadas laborales largas, el trabajo en fin de semana y vacaciones, que la productividad en sí misma.
Si bien reiteramos que buscar la equidad en pareja es sencillo de decir, pero difícil de poner en práctica, creemos que los beneficios de buscar compartir los roles y poder desarrollarse tanto en el ámbito profesional, como en el familiar, superan los retos.
*Alejandra Cerda y Marcela Villarreal son consultora fiscal sénior y directora de consultoría fiscal de Chevez, Ruiz, Zamarripa y Cía., respectivamente.
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