En poco más de cinco años Ualá se ha consolidado en su mercado natural, el fintech, e incluso ha explorado nuevos horizontes: en 2021 se convirtió en la primera fintech en adquirir un banco convencional, Wilobank. Esta fue una especie de evolución inversa.
“Fue el primer caso en Argentina en el que una fintech compró un banco, cuando se hubiera esperado que la tendencia fuera a la inversa”, afirma María Shakespear, socia del bufete argentino Beccar Valera.
La experta añade que la operación va más allá de lo evidente: se trata de la primera aprobación que la autoridad regulatoria argentina da para la adquisición de una licencia bancaria a un comprador que tiene una estructura de accionistas respaldados por fondos de venture capital.
“Esto marca un precedente para el mercado local que podría allanar el camino futuro a otras empresas tecnológicas que deseen entrar en el mundo bancario”.
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La adquisición de Wilobank
Nacida en Buenos Aires, en octubre de 2017, Ualá inició su operación como una plataforma móvil de servicios financieros enfocada en medios de pago. Ofrecía una tarjeta prepagada a los usuarios para que hicieran cualquier tipo de pagos, además de poner a disposición terminales de venta POS, links de pago y cancelación a través código QR.
Para 2021, uno de cada cuatro argentinos ya utilizaba los servicios de la empresa, entonces transó más de 1.000 millones de dólares. Su crecimiento podría explicarse desde distintas aristas: la necesidad de opciones digitales por la crisis sanitaria del COVID-19, los cambios de consumo y la aceptación del público argentino, entre ellos.
Ese fue el año, el 2021, que Ualá se convirtió en la primera fintech que adquirió un banco.
Wilobank, vale decir, es el primer banco digital de Argentina, un dato importante considerando que permitió a Ualá acceder a una licencia bancaria para ofrecer otro tipo de servicios financieros, así como manejar cuentas de ahorro y tarjeas de crédito, ofrecer plazos fijos e inversiones bancarias, entre otros.
A la par de la disrupción que representó, la operación significó un desafío importante desde el punto de vista legal: fue enmarcada en la normativa vigente, es decir, el Banco Central argentino no modificó la reglamentación que “ha sido pensada para bancos típicamente familiares o de grandes empresarios, sin contemplar las estructuras accionarias y de inversión que utilizan las empresas tecnológicas actualmente”, como acota Jorge Pico, asociado de Beccar Valera.
Al respecto, los especialistas —involucrados en la transacción— aseguran que, con esta adquisición, la fintech, de acuerdo con las leyes argentinas, puede aprovechar beneficios como:
- Reducir su costo de financiamiento de productos al poder dar crédito con depósitos del público, algo que una fintech no bancaria no puede hacer.
- Ganar escalabilidad y nuevos productos, porque todavía los salarios de los trabajadores son depositados en cuentas bancarias.
- Conexión directa con el sistema nacional de pagos sin requerir bancos intermediarios, lo que reduce el costo y le permite acceder más fácilmente a ciertas funcionalidades.
- Formar parte del seguro de garantía de los depósitos y otras protecciones típicas de la actividad bancaria.
- Prestar otros servicios típicamente bancarios como la actividad de cambio, sin necesitar licencias adicionales.
- Generar múltiples sinergias entre sus productos fintech y sus productos bancarios, ofreciendo alternativas diferenciadas para sus segmentos de clientes.
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Explorando nuevos horizontes
Luego de haber consolidado su presencia en su terruño, en 2020 Ualá decidió incursionar en otros mercados, como México, el segundo país más grande de América Latina y pionero en el desarrollo de la industria fintech.
Un año después y tras haber agarrado confianza en el manejo del ángulo físico del negocio, adquirió el banco mexicano ABC Capital, ampliando en universo de servicios financieros en esa importante plaza.
“Siempre supimos que el formato con el que empezamos no era para siempre porque no nos da toda la flexibilidad que necesitamos. Por eso, desde un inicio, contemplábamos dos opciones: generar un banco desde cero o comprar uno y encontramos esta oportunidad”, señaló Pierpaolo Barbieri, CEO de Ualá, tras cerrar el trato de compra en México, país donde ya cuenta con más de 300.000 clientes.
Con ese mismo ímpetu, en 2022 inició operaciones en Colombia, donde comenzó ofreciendo operaciones de medios de pago y Ualá Bis, su canal de pago en la nube. Un año después ha desplegado otros servicios, como consignar a través de puntos de venta Efecty —una tarjeta virtual para compras en línea— el pago de servicios y recargas desde la aplicación, retiros en cualquier cajero del país y depósitos remunerados.
Con más de 5 millones de usuarios directos en los tres países donde opera, la empresa proyecta sumar otros 20 millones en los próximos cinco años, para lo que prevé inversiones inmediatas de 150 millones de dólares y futuros apalancamientos basados en los fondos que se propone recabar, con base en su valoración de mercado actual de 2.400 millones de dólares. Es uno de los más importantes unicornios de la región.
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Convivencia entre dos mundos
Si un par de años atrás era difícil percibir una total compatibilidad entre las funciones de una fintech y las de un banco, la realidad ha desmontado cualquier predisposición que pudiera insinuar que las primeras vieran a los segundos como dinosaurios o que los bancos percibieran a las empresas tecnológicas como advenedizas, queriendo imitar la operatividad de instituciones casi tan vetustas como el dinero mismo.
“La colaboración y las alianzas fintech-bancos son cada vez más la regla y no la excepción. Las empresas fintech tienen foco en cuestiones específicas aportando entre otras cosas tecnología, talento y time-to-market, tienen una muy buena reputación con los clientes y usuarios y una tendencia a simplificar procesos y negocios. En este caso, la unión de un banco y una fintech abrió una oportunidad para ambos negocios y para la prestación de más y mejores servicios para los usuarios”, acota Daniel Levi, también socio de Beccar Valera, especialista en el tema.
En efecto, el negocio financiero tradicional ha utilizado desde tiempo atrás canales y ha sido el precursor de muchas tecnologías utilizadas a diario. Sin embargo, las recurrentes crisis financieras globales y locales han inducido el surgimiento de mayores y más rígidos requerimientos prudenciales a la banca, que ha tenido que enfocar su atención al cumplimiento de la normativa antes que a la innovación, restando flexibilidad.
“Es allí donde las empresas fintech han encontrado un nicho y han podido florecer. Probablemente por ello es que hoy se marcan estas supuestas dicotomías entre la banca tradicional y los negocios digitales. Sin embargo, vemos que, recientemente, los bancos vienen incursionando en nuevos canales electrónicos para atraer nuevos usuarios, creando alianzas con finctech o invirtiendo en sus propias iniciativas fintech”, afirma María Shakespear.
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Entre gustos y colores
De distintas maneras, la mayoría de los países de la región ha buscado legislar sobre una materia que ya forma parte de la vida financiera social, con México como pionero en establecer una ley para regular la naciente industria de fintech. Estas leyes también han servido como estímulo para el despegue del sector, ofreciendo la seguridad jurídica que parte de la población demanda.
Para los expertos de Beccar Valera, Brasil es probablemente el país que más ha avanzado en este sentido, al considerar que su modelo regulatorio ha sido muy planificado y ha contado con una fuerte iniciativa gubernamental que ha contribuido a su consolidación, lo que ha facilitado el florecimiento de empresas de renombre no solo a nivel regional sino mundial.
“El caso mexicano tiene el mérito de haber sido pionero en establecer una ley fintech propiamente dicha, aunque, en general, se le achaca haber sido demasiado temprana en sus pretensiones y algo lenta en su aplicación. Pero, sin dudas, también es un país al que se mira con atención a la hora de aprender sobre el enfoque regulatorio de este sector”, señala Daniel Levi.
Levi comenta, además, que los países que han esperado a que la industria se consolide antes de crear un marco regulatorio, es posible que hayan perdido algo de tiempo en cuanto a inseguridad jurídica inicial, pero en contraparte han ganado en la adopción de regulaciones mejor adaptadas a las necesidades y realidades de los mercados al superar las dificultades que estuvieron presentes en países de regulación temprana.
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