El próximo 18 de julio vence, en Estados Unidos, el plazo que Microsoft tiene para comprar Activision Blizzard, por 68.700 millones de dólares, sin que se tenga que renegociar las condiciones de la operación. Sin embargo, es casi seguro que la compra no cerrará en el tiempo previsto, puesto que aún hay que obtener diversas autorizaciones de competencia y, sobre todo, superar el bloqueo que la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) hizo ante la justicia estadounidense para evitar la operación de fusión más grande del mercado de las consolas de la historia.
El 22 de junio inició el juicio con el que la FTC busca imponer una orden judicial para impedir la compra. A este juicio, llevado a cabo en San Francisco, han sido llamados los directores generales de las compañías globales de videojuegos y consolas, como Phil Spencer, director general de Xbox, quien defiende (a diferencia de Kenichiro Yoshida, CEO de Sony) la compra, ya que su empresa ocupa el tercer puesto en el mercado de los videojuegos, detrás de PlayStation y Nintendo.
El tercer día de juicio fue este martes 27, cuando se presentaría Jim Ryan, CEO de PlayStation, quien no acudió sino que dio instrucciones para proyectar un video con declaraciones que no han sido reveladas. Ryan ha expresado preocupación ante la compra de Activision Blizzard, puesto que —de concretarse— afectará la estrategia de ventas de su compañía que, por ahora, ha decidido no compartir detalles sobre PlayStation 6 con Microsoft o Activision ya que, en caso de que la operación termine aprobándose, sería revelar información clasificada a la competencia.
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¿Qué está pasando?
Esta decisión pone en jaque a Activision, uno de los mayores aliados de PlayStation, por ser la consola de preferencia para jugar Call of Duty y otras franquicias exitosas en ventas de Activision. No conocer los detalles de la PS6 impedirá que el desarrollador de videojuegos diseñe el software necesario para la plataforma de juego de esta franquicia y otras en la consola.
Las principales preocupaciones de Sony, Nvidia y Nintendo son que el acuerdo entre estas empresas creará un monopolio en la venta de consolas y videojuegos, tanto físicos como alojados en la nube, suprimiendo la competencia, pues Microsoft ya tiene una historia de eliminar a compañías y franquicias rivales luego de comprarlas (como hizo al adquirir ZeniMax).
Obtener el control total de un estudio de juegos independiente, con franquicias de alto valor como Activision Blizzard, es una amenaza directa a la competencia y podría afectar negativamente el mercado de juegos dinámicos.
Es por esto que el acuerdo ha pasado por un minucioso escrutinio de competencia en Reino Unido (que no dio su aprobación), la Unión Europea (que sí aprobó) y Oceanía (donde las autoridades antimonopolio de Australia y Nueva Zelanda aún no han decidido). A pesar de las preocupaciones monopólicas, la operación cuenta con la aprobación de las autoridades de Brasil, China, Arabia Saudita, Chile, Ucrania, Serbia, Japón y Sudáfrica, entre un grupo de 37 países.
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Para reducir las ansiedades sobre el acceso de los jugadores a propiedades intelectuales tan relevantes como World of Warcraft, Call of Duty, Candy Crush, Diablo o Crash Bandicoot, Microsoft se ha comprometido a licenciar los juegos de Activision Blizzard para las demás consolas y para los usuarios de alojamientos en la nube distintos al Game Pass, de Microsoft Xbox.
A pesar de estas promesas, la FTC continuará con sus esfuerzos de bloqueo para forzar a ambas compañías a renegociar sus términos de compraventa y el acceso y uso de las franquicias de videojuegos involucradas. Para esto sirve la audiencia probatoria en la que la Comisión decidirá si aprueba la operación que está pautada para el 2 de agosto.
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