Tsunami político

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Fecha de publicación: 08/12/2016
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La victoria de Donald Trump modificó las bases que nutren el esquema bipartidista de los  EE. UU., porque muchos electores adscritos tradicionalmente al partido  demócrata, en un caso paradójico, tuvieron en cuenta más su bienestar personal y el futuro de sus familias que la ideología social y progresista, incluso con el riesgo de volver al neoliberalismo acentuado de la era de Reagan.


Trump compitió por la nominación republicana porque sabía que era el camino para erigirse como un candidato con posibilidades reales de ganar la presidencia, pero jamás ha sido un hombre de partido e, incluso, muchas de sus propuestas se apartan del ideario tradicional de los republicanos.


Para lograr la presidencia, Trump construyó una relación directa con los electores, basada en un discurso populista de derecha que sedujo a la mayoría blanca de clase media, al tiempo que no tuvo reparos en alejarse de importantes líderes republicanos, que resultaron relegados ante esa nueva forma de hacer política.


Como presidente, Trump podría profundizar su relación directa con los ciudadanos que lo apoyaron, gobernando directamente para ellos como en uno de sus famosos ‘realities’, socavando así a los partidos como interpretes de los anhelos y necesidades de la sociedad civil.


Trump podría optar por tomarse el partido republicano apoyado en el ‘Tea-party’, y si nota que el ‘establishment’ se resiste a sus designios, podría intentar crear un tercer partido o convertirse en una especie de caudillo que agitaría a las masas con los instrumentos de la era digital. Lo que podría horadar el esquema bipartidista tradicional.


Los demócratas han resultado afectados por este tsunami político, del cual deberán  resurgir, como el ave fénix, pues Trump les ganó en Pensilvania, Ohio, Iowa y Wisconsin, que históricamente son bastiones de ese partido. Lo grave para los demócratas es que la clase media que usualmente los había acompañado por ser afecta a las uniones sindicales, decidió abandonarlos, culpándolos de la desindustrialización que le atribuyen al libre comercio, optando por la bandera del proteccionismo económico defendido por Trump.


Las elecciones confirmaron el diagnóstico de Trump: los blancos sin estudios superiores –aptos para votar- suman aproximadamente 100 millones, cifra muy superior a los hispanos, afrodescendientes y otros inmigrantes que solo llegan a 65 millones, lo que podría otorgarle viabilidad a su proyecto político.


El bipartidismo estadounidense podría sufrir cambios bajo la era Trump, quien parece estar empeñado en imponer una agenda xenófoba, anti-inmigrante y contraria al libre comercio, lo que reconfiguraría el ideario republicano, y plantearía enormes retos a los demócratas,  afectados en sus bases por el empobrecimiento de la clase media americana.

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