¿Por qué es importante la preparación académica para el manejo de firmas de abogados?

¿Por qué es importante la preparación académica para el manejo de firmas de abogados?
¿Por qué es importante la preparación académica para el manejo de firmas de abogados?
Fecha de publicación: 06/04/2017
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La mayoría de los abogados enfrentan las cuestiones de organización y gestión como algo empírico y circunstancial. Lo que dicta las decisiones son las necesidades e intuiciones del momento. Lo que sustenta este “approach” en el fondo es que la mejor ciencia en cuestiones de management es el “sentido común” y las circunstancias especiales de cada firma en cada momento. No hay realmente patrones comunes que se repiten a los largo de las firmas y es, por lo tanto, dudoso que las fórmulas e ideas usadas por otros sean útiles e interesantes para el caso propio. En el mejor de los casos, serán anécdotas que pueden ser compartidas en una mesa de café o en un almuerzo o cena de alguna conferencia o encuentro. Y será el criterio propio, una vez más, quien dictará si esas otras experiencias y anécdotas son útiles y aplicables al caso propio. A fin de cuentas, si somos aptos para manejar de manera profesional cuestiones complejas como los problemas legales de nuestros clientes, no se ve razón para no poder gestionar sin inconvenientes las cuestiones simples de la organización de la firma.


Y sin embargo, no es así


Hay que buscar el cambio de mentalidad, y ese es precisamente uno de los principales objetivos del programa de Management para firmas de abogados en Latinoamérica que ofrecerá IE Law School en la ciudad de Miami, entre el 24 y 28 de abril de 2017, y en el cual tengo el gran placer de participar como profesor. La educación y preparación profesional de los abogados debe ser continua, pero no solo en lo que respecta a los aspectos técnicos de la práctica, sino también en las funciones gerenciales del emprendimiento.


La descripción del primer párrafo –que ya pocos socios de firmas en la región están dispuestos a reconocer que les aplica- no resulta tanto de soberbia o falta de criterio, sino de simple ignorancia sobre lo que implica liderar y gestionar una organización. Esta ignorancia no es totalmente imputable a los abogados, como si fuera una tontera innata en nuestro coeficiente intelectual, sino más bien a nuestra formación inicial en la universidad donde el ejercicio profesional no está considerado –al menos potencialmente- como un esfuerzo colectivo. La noción misma de organización es extraña, al menos como herramienta donde, para funcionar, debemos renunciar a cierta libertad y control para lograr objetivos comunes.


La cultura de la autonomía profesional que hace a la esencia misma de la profesión liberal del abogado torna difícil de reconocer la eficiencia –y a veces aún la existencia misma- de la firma, más que como vehículo para lograr objetivos individuales. La interrogante, entonces, es cómo evitar que estos vehículos individuales no colisionen entre sí en las abarrotadas y poco coordinadas calles de la firma legal.


Pero este sistema está destinado a fracasar cuando, al igual que las grandes ciudades, el parque automotor aumenta, se congestiona y vuelve más complejo. No queda entonces otro camino que cambiar la fisonomía de la ciudad –o firma- y entender que no sólo coordina individuos preocupados por sus objetivos personales –siempre limitados- sino que hay un fin y estrategia propia del conjunto que le da sentido, coherencia y, finalmente, estabilidad. Pero para trabajar en esa nueva fisonomía, no basta con diagramar un master plan que construya un entramado de calles mejor pensadas y estructuradas. Aún si eso fuera realizado, los revoltosos conductores seguirían pensando en su vieja ciudad y seguramente preferirán quedar embotellados en un gran caos organizativo que someterse a un nuevo sistema más eficiente, pero donde pierden la capacidad de tomar sus decisiones de manejo con total libertad. El caos puede ser problemático, pero es mucho más apasionante.


La cuestión es que se llega a un punto donde el caos se transforma en un tema de supervivencia y viabilidad. En ese momento –o idealmente mucho antes- es necesario cambiar la cultura de los conductores. Y ese cambio comienza por el aprendizaje. Cualquier cambio en los esquemas operativos y funcionales, que no vengan acompañados por un aprendizaje de sus razones y objetivos, corre el serio riesgo de quedar trunco por falta de comprensión. Una de las grandes verdades que aprendí en mi Maestría de Estudios Organizacionales de la Universidad de San Andrés es que las organizaciones funcionan y avanzan en función no tanto de las soluciones técnicas que encuentran a los problemas y desafíos que enfrentan, sino al sentido que le dan a las mismas. En otras palabras, sin un sentido infundido a las acciones que llevamos a cabo, las mismas pierden consistencia y propósito, volviéndose confusas e inoperantes.


Dada la poca formación y resistencia innata de los abogados a las cuestiones de organización, lo primero que debe ser solucionado es el esfuerzo de aprendizaje y formación conceptual para que los abogados puedan observar los fenómenos que viven todos los días pero desde una perspectiva de organización. Sólo tornando visible lo invisible es que las discusiones y soluciones de management se volverán interesantes y fructíferas, y no sólo discusiones de café de escasa capacidad de modificar las realidades de las firmas, todo ello en un mercado que pide ya no sólo buenos abogados con capacidad empresaria y organizacional, sino líderes de organizaciones profesionales capaces de entender los complejos problemas del mercado actual.


Para más información sobre el programa de Management para firmas de abogado en Latinoamérica pulse AQUÍ

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