La evolución tecnológica ha llevado a la generación de grandes cambios en la economía y en la sociedad, uno de los más radicales y que se encuentra en gran crecimiento hoy por hoy, es la denominada “economía colaborativa”. Mediante el uso de plataformas digitales, las personas pueden compartir sus bienes o brindar servicios y, de igual manera, contratarlos, encontrando precios mucho más económicos, comodidad, y servicios aún mejores a los ofertados de manera regular.
Grandes compañías se han formado a partir de este modelo económico alrededor del mundo: Airbnb, Uber, Cabyfi, BlaBlaCar, entre otras. Gigantes pioneros en el consumo colaborativo, que día a día mejoran y aportan nuevas ideas de desarrollo, tendientes a cambiar el modelo económico al cual estamos acostumbrados.
El uso de bienes o servicios, aportados por gente común que busca compartir gastos o generar un ingreso extra en esta época de recesión económica, ha generado una polémica global, debido a los cambios sociales que conlleva, así como a la afectación que de una u otra manera se puede generar.
Norteamérica y Europa han sido los primeros en absorber y tratar de regular este nuevo movimiento, ya sea permitiendo este tipo de servicios o prohibiéndolos.
Las compañías y plataformas antes mencionadas han tenido que sortear todo tipo de conflictos. En Europa, Uber y BlaBlaCar han tenido que enfrentar juicios por competencia desleal, en los que se mantiene que estas prestan un servicio de transporte y no la modalidad de negocio de gastos compartidos que cada una de ellas alega.
La Unión Europea, como respuesta a las demandas que se han presentado en varios de sus países miembros, emitió un dictamen favorable:
El consumo colaborativo representa la complementación ventajosa, desde el punto de vista innovador, económico y ecológico, de la economía de la producción con la economía del consumo. Además, supone una solución a la crisis económica y financiera en la medida que posibilita el intercambio en casos de necesidad.
Con esto, cada uno de los países de la UE tendrá que adaptar sus legislaciones a estos modelos de negocio.
Ahora bien, ¿cuál es la situación en Latinoamérica?
Una sociedad diferente e inestable, debido a los constantes cambios políticos y económicos, es un gran reto para el ingreso de estas compañías y de los productos que mantienen como su estrategia el consumo colaborativo.
En varios países latinoamericanos se han encontrado con distintos tipos de experiencia. A manera de ejemplo, Uber, la compañía que pone en contacto a conductores con clientes particulares, ha tenido que adaptarse a las legislaciones de cada país. En México, su adaptación tardó dos años, dentro de lo cual se reguló que deberá pagar un 1.5 % de lo recaudado en cada viaje, valor que va a un fondo público para mejoras en las compañías de taxis locales. En Argentina, la misma compañía se encuentra con sus servicios bloqueados, hasta que se encuentre una manera de regular estos servicios, debido a las protestas de las compañías de taxis.
Pocos son los países latinoamericanos que van a la par con las tecnologías y los nuevos modelos económicos, debiendo adaptarse de una manera más viable y rápida para encaminarse con el ritmo global.
El constante cambio al que se encuentra sujeta la sociedad debe tener una respuesta dinámica por parte de los países, adaptando sus leyes y regulaciones de forma acorde a ese ritmo de cambio.
El cobro de tasas o contribuciones, la inscripción en registros, el cumplimiento de ciertas determinantes de funcionalidad, son algunos de los medios con los cuales se debe regular a estos nuevos modelos, los cuales si bien son nuevos y diferentes, se han convertido en una realidad social.
Esperemos que con el paso del tiempo la apertura, aceptación y regulación de este tipo de negocios en Latinoamérica se llegue a normalizar.
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