
De acuerdo con analistas, el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y México será tenso y complejo. La llegada nuevamente de Donald Trump a la Casa Blanca, cuya posición de confrontación es ya una constante, reviste un especial desafío para países como México, que siguen una línea ideológica diametralmente opuesta a la del mandatario conservador, lo que demandará, cuando menos, mucho diálogo y no pocas ocasiones de enfrentamiento.
La amenaza esgrimida días después de su triunfo de imponer más aranceles a las importaciones con algún componente chino es solo una muestra de las políticas venideras; ahora, cuando México es su mayor aliado comercial, el país latino deberá sacar a relucir un pragmatismo a toda prueba para manejar las prósperas relaciones económicas que los unen.
El cúmulo de temas a atender entre ambas naciones es extenso, pero aspectos como el tema arancelario, el manejo de las relaciones con China, la próxima revisión del T-MEC, el nearshoring y el futuro de las inversiones a la luz de la reciente Reforma Judicial mexicana, serán el foco de especial cuidado para ambas administraciones.
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Primeras escaramuzas
La elección de Trump ha venido acompañada de la primera refriega entre EE.UU. y sus vecinos, materializada en la amenaza de imponer un arancel de 25 % a todos los productos procedentes de Canadá y México, en retaliación por no poner freno a la inmigración ilegal y el creciente tráfico de drogas.
“México ya tiene experiencia con la conducta de Trump, cuyo primer mandato estuvo marcado por constantes tensiones relacionadas con el comercio, la inmigración y la seguridad fronteriza”, asegura Luis Miguel Jiménez, socio de la firma Von Wobeser y Sierra.
Señala, no obstante, que el país debe prepararse para lidiar con un EE.UU. presidido por un Trump que ha dejado muy claras sus promesas de campaña y las prioridades de su gobierno, entre las cuales están la inmigración ilegal, la seguridad fronteriza, el tráfico de drogas y la relación de México con China.
Esta misma posición la sostiene expertos en comercio exterior del despacho SMPS Legal, para quienes la reacción de México ha sido incluir en su agenda inmediata el ataque a temas de inmigración y narcotráfico esperando tener resultados antes de la toma de posesión de Trump, destacando la recién aprobada ley para reforzar la lucha contra el tráfico y consumo de fentanilo, una droga que está causando estragos en los estadounidenses.
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La amenaza arancelaria
Aunque tras su primera conversación con Trump, la presidenta Claudia Sheinbaum destacó la cordialidad del diálogo y la disposición de México para colaborar en temas de seguridad y migración, el tema álgido de fondo, los aranceles, sigue siendo preocupante, por las consecuencias que pueda tener para el comercio binacional.
En 2023, con ventas por encima de los 475.000 millones de dólares, México superó a China y se ubicó como el principal socio comercial de EE. UU., país hacia donde envía más de 80 % de los productos que exporta, según datos del Banco de México, Banxico (central).
Este intercambio binacional se rige por el tratado de libre comercio que también involucra a Canadá, pero pudieran modificarse si se cumple la amenaza de sumar nuevos aranceles a productos mexicanos con cualquier contenido chino, amenaza que México pudiera responder con una medida similar que trastocarían todo el sistema comercial.
“Las cadenas de suministro integradas entre México y Estados Unidos, particularmente en sectores estratégicos como el automotriz, el tecnológico y el manufacturero, enfrentarían incrementos de costos que inevitablemente se trasladarían a los consumidores finales. Esto generaría inflación y reduciría la competitividad de ambos países en el mercado global”, aduce Fernanda Garza, también socia de SMPS.
La especialista agrega que, si bien México tiene formas de reaccionar, su prioridad es promover el diálogo y la cooperación como vías para resolver las tensiones comerciales.
Por su parte, Guillermo Sánchez Chao, socio de la oficina en Ciudad de México de Greenberg Traurig, recuerda que para mitigar cualquier efecto adverso, las empresas mexicanas pueden explorar mecanismos de excepción de aranceles para los Estados Unidos y buscar asesoramiento adecuado a fin de mantener su competitividad.
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¿Revisión o renegociación?
Luego de 25 años de vigencia y tras una profunda revisión, en 2020 entró en vigencia el renovado acuerdo de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que regula las negociaciones entre las tres grandes economías de América del Norte, un mercado común que supera los 503 millones de consumidores.
El tratado establece un complejo mecanismo de control que contempla una revisión cada seis años, es decir, para 2026, lo que en teoría significa que el fondo se mantendrá sin alteraciones y solo se repasarán las regulaciones del comercio regional y preferencial de bienes y servicios, así como la protección de las inversiones. También permite la cancelación del acuerdo por cualquiera de los tres países 16 años después de su entrada en vigor.
Esto plantea otro sobresalto, pues Donald Trump ha hablado de una renegociación del acuerdo, lo que iría más en consonancia con su línea de acción, en tanto que prefiere los acuerdos bilaterales a los pactos regionales.
Luis Miguel Jiménez señala que Estados Unidos tiene suficiente poder incluso para revisar dicho tratado antes de la fecha prevista, agregando que la constante amenaza de imponer aranceles a productos mexicanos refleja un “desdén” por el T-MEC.
Al comentar que esto sugiere que las “formalidades de una renegociación en los términos y tiempos establecidos por el tratado podrían pasar a un segundo plano”, el especialista apunta dos posibles escenarios:
- Mayor proteccionismo, con un endurecimiento de las reglas de origen por parte de Washington, especialmente en el sector automotriz, e imponer otras restricciones en ámbitos como el laboral, con el objetivo de beneficiar a sus empresas.
- Ruptura o terminación anticipada del T-MEC. Alternativa no descartable pero poco probable, tomando en cuenta que habiendo sido renegociado por Trump en su primera presidencia, terminarlo sería percibido como un fracaso.
Una posición más conservadora se tiene en SMPS, pues para ellos asegurar que los productos respeten los requisitos de contenido regional y otras disposiciones, no sólo fortalecería la relación comercial entre los países involucrados, sino que impulsaría el crecimiento económico y la generación de empleos en toda la zona.
“Un enfoque así permitiría consolidar a América del Norte como un bloque competitivo y resiliente frente a las tensiones comerciales globales, maximizando su potencial en un mercado cada vez más interconectado”, afirma el socio Daniel del Río.
En Greenberg se tiene una posición por esta misma vía, asegurando que, como en cualquier negociación, lo esperado es que haya espacio para el diálogo y el ajuste.
"Será muy relevante el rol que desempeñe durante este proceso los organismos y cámaras empresariales", comenta Sánchez Chao.
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China y el futuro del nearshoring
Stricto sensu, y más allá del signo proteccionista que caracteriza a Donald Trupm, las amenazas contra México son una reacción a las estrechas relaciones que este país ha entablado con China, su archirrival económico, contra el cual inició una férrea lucha comercial durante su anterior gobierno.
Esta guerra ha llevado a las empresas de uno y otro bando a buscar alternativas para mantener su presencia en el mayor mercado mundial, dando pie al boom del nearshoring, un fenómeno que encontró en México terreno más que fértil para expandirse.
En efecto, los datos oficiales apuntan que la relocalización se ha convertido en uno de los grandes impulsores del avance de México, aportando en 2023 entre 35.000 millones de dólares (según el Banco Interamericano de Desarrollo) y 44.000 millones de dólares (de acuerdo con cálculos de Banco Santander México), duplicando los cerca de USD 20.000 millones que se estima ingresaron en 2002 por este concepto.
Ese acercamiento con China plantea a México una coyuntura, pues deberá manejar con mucho cuidado esta fructífera pero peligrosa relación, mientras aborda con mucha diplomacia sus tratos con Washington, el gran receptor de sus exportaciones y su mayor proveedor de bienes y servicios, cuya cercanía geográfica e integración económica pesan mucho a la hora de tomar partido.
Es de esperarse que el recrudecimiento de la guerra con China involucre una exigencia a México de mayor control para evitar el paso de productos asiáticos hacia EE. UU., así como para restringir las inversiones chinas en suelo azteca. Sin embargo, en aras de diversificar su relación de dependencia con Washington, México podría aprovechar la mano que le tiende China para explorar nuevas oportunidades de negocios.
“Por ejemplo, podría fortalecer vínculos económicos con China en sectores que EE.UU. no considere ‘sensibles’ o de seguridad nacional, como el de infraestructura. En todo caso, México deberá, en todo momento, priorizar sus compromisos con EE. UU.”, señala Luis Manuel Jiménez.
Pero esto no será sencillo. De acuerdo con datos oficiales, el 70 % de lo que va a Estados Unidos está conformado por sectores que la Casa Blanca considera sensibles. El automotriz, por ejemplo, constituye más de un tercio de las exportaciones mexicanas, y está completamente cerrado a la inversión o participación china, al punto que los planes para levantar fábricas asiáticas de autos fueron cancelados a la espera de mayor claridad, quizás a sugerencia del Palacio Nacional.
Por ello en SMPS se teme que la imposición de aranceles a productos con algún contenido chino pondría en riesgo un proceso que ha beneficiado a ambos países, provocando un incremento de costos de producción y desincentivando la inversión.
“Esto afectaría particularmente sectores estratégicos y frenaría los beneficios económicos que el nearshoring ha traído”, dice el socio Eduardo Pizarro Suárez.
Lo que está claro es que México continuará recibiendo inversiones chinas, ya que no existen actualmente mecanismos de control específicos para estas inversiones, a diferencia de EE. UU.
Sin embargo, en cuanto a las importaciones de productos chinos, México podría tomar medidas para proteger a las industrias locales, "revisando los precios a los que algunos productos chinos están siendo importados, como serían las investigaciones antidumping", agrega el especialista en aduanas de Greenberg Traurig.
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Reforma en escrutinio
Con una situación económica y comercial ya de por sí compleja, México deberá afrontar el ascenso de Donald Trump teniendo en cuenta un tema adicional: la reciente Reforma Judicial, un intangible que pondrá a prueba cuán positivo es el último gran cambio hecho por Andrés Manuel López Obrador a la estructura constitucional del país.
Íntimamente relacionado con la economía, de este tema dependerá mucho no solo el avance de la relocalización de empresas que buscan la cercanía del mercado estadounidense, sino las ingentes inversiones que necesita México para apuntar su desarrollo inmediato.
“La confrontación directa con China podría resultar en una mayor relocalización de empresas extranjeras en México. Sin embargo, para que esto se materialice, México debe ofrecer condiciones mínimas, como acceso a energía limpia, seguridad, infraestructura y Estado de derecho”, dice Jiménez, apuntando directamente a una reforma que ha seguido avanzado con la llegada de Claudia Sheimbaun a la presidencia.
Planteada como un cambio necesario para mejorar la eficiencia, autonomía e integridad del sistema judicial, de momento la reforma ha traído más dudas que certezas, por lo que muchos inversores han frenado sus apuestas por México argumentando que no existen reglas claras.
“Por otra parte, muchas empresas están optando por someter sus controversias a medios alternativos de solución de conflictos como el arbitraje comercial, a efecto de tener el menor contacto posible con tribunales mexicanos”, dice Fernanda Garza.
No menos preocupante resulta para el empresariado la reciente eliminación de varios organismos autónomos creados para dar mayor transparencia a la acción gubernamental, entre ellos la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE), del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), la Comisión Reguladora de Energía y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).
Por ello, Daniel Del Río dice que los cambios podrían traer riesgos significativos, especialmente en relación con la inversión extranjera y el cumplimiento de compromisos internacionales, por lo que cree necesario minimizar el riesgo de politización y asegurando la continuidad de las políticas y compromisos asumidos por México.
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A tomar en cuenta
Dado el complicado panorama que se viene, los especialistas consultados plantean a sus clientes prestar especial atención a estos aspectos:
- Analizar la industria o sector específico de cada cliente, así como el origen de su inversión, ya que las tensiones e incertidumbre no afectan a todos por igual.
- Verificar el cumplimiento de regulaciones mexicanas, en especial las industrias de manufactura y maquila de exportación, en lo concerniente con programas IMMEX y Certificaciones IVA-IEPS.
- Actuar con cautela durante los primeros meses del segundo mandato de Trump, prestando atención a las acciones y políticas implementadas por EE. UU. que puedan impactar las operaciones empresariales.
- Fortalecer las cadenas de suministro, asegurando que sean sólidas y estén alineadas con socios comerciales confiables.
- Evaluar la posibilidad de sustituir proveedores chinos por proveedores regionales, asegurándose de que los productos cumplan con las reglas de origen establecidas en el T-MEC.
- Analizar cómo proteger e incrementar su competitividad en el contexto de cambios en las reglas de origen.
- No asumir que el T-MEC permanecerá inalterado. Aunque es probable que el tratado continúe vigente, seguramente será objeto de ajustes para los que hay que estar preparados.
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