Las comidas y meriendas venezolanas, al igual que las de cada nación, se acompañan con una serie de productos que están grabados con fuego en las costumbres y esas costumbres se han ido con quienes han emigrado en los últimos años. Dejando de lado todos los fenómenos que derivan de la estampida en los países que nos reciben, sobresale la nostalgia por los sabores propios. Es esta nostalgia la que ha servido para que diversos emprendedores —bien sean venezolanos o de otras nacionalidades— creen productos que imiten en otras fronteras a los tradicionales para explotar a este creciente número de nuevos consumidores.
Pero a veces esa imitación ya no se trata de una recreación de la bebida fría que se toma en la merienda o del ponqué que se come a media mañana ni del untable de jamón que acompaña la arepa venezolana, sino de una copia casi perfecta del empaque y marca que se produce para el mercado local y que logra engañar a quienes están desesperados por probar afuera lo que comían en su país.
Los venezolanos pueden hacer una lista relativamente larga de las marcas plagiadas allende nuestras tierras, de estas, la última que ha generado polémica en el país es Diablichos, un untable de jamón fabricado en España por la empresa Pacific Group, que también produce Diablitos, otro untable que —como el primero— imita a una marca que se ha vendido en Venezuela desde 1896 y que apela a la nostalgia de quienes comieron esto antes de emigrar y ahora viven en Europa, donde diversas tiendas virtuales especializadas en productos latinoamericanos los venden.
Aunque Diablichos se registró en España en noviembre de 2019, con la misma identidad gráfica del producto plagiado, no fue hasta la primera semana de junio que Alimentos Difresca, la compañía venezolana que produce bajo licencia de Underwood Diablitos (la marca original), supo sobre su imitadora, que —si bien se ha vendido por varios años en Europa— acaba de “cruzar el charco” para venderse en Venezuela, donde paladares locales descubrieron el engaño. Esto llevó a la empresa nacional a emitir un comunicado donde condenó “cualquier copia que busque confundir a los consumidores”.
Diablitos Underwood es una de las marcas más antiguas del país: Traída en 1896 luego de que el entonces presidente probó, en una visita oficial a EE.UU., Underwood’s Deviled Ham, se convirtió rápidamente en una favorita del público. La marca pasó a producirse localmente en 1961.
Como Diablitos, han sido copiadas otras marcas venezolanas como margarina Mavesa, propiedad de Empresas Polar, el conglomerado alimenticio más grande del país, y comercializada en España, Chile, México y Perú como Nata Criolla Mavesa en un empaque que copia su identidad gráfica. Pero no solo Polar ha tenido que reclamar en otras fronteras por copias a sus marcas registradas, también lo ha tenido que hacer Parmalat Venezuela, que reclamó que en Chile, Perú, Colombia, EE.UU., España y Portugal se venden las bebidas RikoMalt y El Chichero así como la leche en polvo La Campiña. ¿La empresa que plagió sus marcas?: Dairybrands SPA.
Polar también ha tenido que ejercer acciones legales en otros países porque han sido registradas marcas imitadoras para su polvo de chocolate Toddy, el queso fundido Rikesa y la harina de maíz PAN. Por cierto, la harina de maíz Juana (típica en Venezuela) tiene su imitadora entre lo producido por Pacific Group, que también registró las marcas de Anís Cartujo, Taco, Café Fama de América y Panqué Once Once y lanzó un adobo completo marca Juana, copiando el diseño de la marca original. Juana de Origen es el nombre que le han dado a esta marca paraguas (registrada en la Oficina de Propiedad Intelectual de Reino Unido en 2017) que también identifica bocadillos de guayaba, hojas de plátano y casabe.
A pesar de que su inscripción fue medianamente fraudulenta en el caso de Juana, pues los dueños de Pacific Group alegaron que esta marca había quebrado en Venezuela cuando la introdujeron, su registro es legal. Todo se ajusta a derecho porque las marcas en las que se basan (por lo menos en el caso de Pacific Group) no han sido asentadas en la Unión Europea, pero legalidad no significa legitimidad y estas marcas no son legítimas. El plagio es incuestionable y también incontestable.
Para Antonio Planchart, representante legal de Empresas Polar, este tipo de infracciones marcarias ocurren porque no solo hay una explotación de los recuerdos de quienes emigran sino también un aprovechamiento del nombre para explotar las necesidades de expansión de las empresas como Polar cuando se internacionalizan. Es “gente que comienza a registrar esos nombres para luego, cuando la empresa original quiera ingresar al mercado, buscar negociar”, dijo a Yahoo Noticias. Efectivamente, Pacific Group y Dairybrands tienen a la ley de su lado, aunque la ética no juega un rol en esto ambas tienen en las jurisdicciones donde comercializan su producción los derechos de uso de marca y los permisos sanitarios correspondientes.
Fuera de las lamentaciones, la clave reside en la ley. Esto nos lo recuerda Asdrúbal Gómez, abogado venezolano y socio director de Themis Consultores, quien recalca que “existe el principio de territorialidad en el derecho marcario, que establece que cuando tú registras una marca en un territorio determinado esta va a estar protegido ahí; entonces, saber qué hacer depende de las circunstancias, puesto que si las marcas imitadoras se están explotando o usando en un lugar donde no está registrada la original, y no se pueden considerar tampoco como una marca notoria entre los consumidores, pues hay pocas chances de accionar contra los infractores”.
Desde el punto de vista ético y de la competencia desleal, Gómez considera que “hay un aprovechamiento de la reputación ajena, porque estas personas que producen esos bienes en este territorio están identificando sus productos con marcas que su público potencial compraría por el hecho de recordarlas, porque eran productos que consumían en Venezuela. Estas personas no venderían sin aprovecharse del goodwill y la reputación que crearon estas marcas”.
Este caso y otros de aprovechamiento de marcas venezolanas en otros países no son más que una discusión ética, que Gómez simplifica de la siguiente manera: “Es aprovecharse de todo el trabajo que hicieron estas empresas por muchísimos años, por lo tanto —como una opinión— está mal”.
A pesar de que empresas bien consolidadas en Venezuela están lidiando ahora con el robo de sus marcas en el extranjero, este país no es ajeno a las imitaciones, la piratería ni el plagio de marcas foráneas. Irónicamente, la nación ha lidiado con la apertura de diversos comercios que han usufructuado el nombre y reconocimiento de empresas extranjeras, tal es el caso de la infracción marcaria de la que fue objeto Starbucks en Caracas en diciembre de 2021, cuando un supermercado llamado Yeet! abrió en su terraza un coffee shop con el logotipo e identificación de la compañía estadounidense y su programa We Proudly Serve, sin tener los permisos para hacerlo.
El boom y la vida de este Starbucks fue tan corta como viral. Poco tiempo pasó desde que se hizo la primera mención en Twitter y otras redes sociales sobre el nuevo local hasta que este fue el principal tema del que se habló en “twitterzuela” por días, hasta que, finalmente, se descubrió que los dueños de Yeet! violaron el acuerdo que firmaron con la marca para comercializar en Miami, trasladando sus operaciones ilegalmente a Caracas. La conclusión del robo identitario fue una carta de Cease and Desist de parte de Nestlé y el abrupto cierre del local en menos de una semana luego del primer tuit.
Pero este no es el único caso de robo de marcas que se dio en Venezuela. Este país, inmerso en una conocida crisis y una profunda corrupción que ha debilitado la institucionalidad, se ha convertido en una especie de paraíso no solo de productos piratas sino también de locales falsos: conocidos son el Walmart que abrió en Puerto Cabello, una ciudad portuaria del interior del país, y el Amazon Depot del casco histórico de Caracas, ninguno de ambos guarda relación alguna con las empresas originales más allá del robo de su marca e identidad gráfica. A estos se suman Mr. Patty, que plagia la identidad de Patties Burger de Brasil; Juan Andrés Café que ya por el nombre saben a quiénes alude; Smash Guys, que copia imagen y branding de Five Guys, y, en el interior del país, un Wolgreens, Dollar Tree y FarmaIdeal (que copia a una marca nacional), por solo nombrar algunos de una lista aún más larga que la de las marcas venezolanas plagiadas en el exterior.
La legislación venezolana, en teoría, protege la propiedad industrial y marcaria de las empresas; por ejemplo, establece normas tanto en el Código Penal como en la Ley de Propiedad Industrial en los artículos 98 y 99, donde se fijan penas de 1 a 12 años. “Es importante recordar que solamente el titular puede accionar contra el infractor tanto en el caso de las acciones civiles como en el caso de las acciones penales”, resalta Gómez. Y aunque la ley local protege la marca y propiedad intelectual no hace lo mismo con la marca notoria, a la que no ampara directamente. La única manera de proteger una marca notoria es solicitarlo ante el Sapi (Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual, creado en 1955 y con la urgencia de ser actualizado), que puede negar una licencia bajo el recurso de la confusión, que sí está contemplado en la Ley de Propiedad Industrial nacional.
“El sistema de propiedad intelectual”, dice el socio director de Themis Consultores, “creó incentivos para las marcas: cuando el titular hace la solicitud y le entregan su certificado de registro, a partir de ese momento se generan derechos de exclusividad sobre ese signo, lo que quiere decir que solamente él puede utilizar el signo a menos que autorice a un tercero, la norma básica es que el titular ante el Sapi tiene derechos exclusivos”.
Por ahora, ante la desactualización y retrasos en el sistema de registro de patentes y marcas en Venezuela, a los cuales se suma el enorme desconocimiento en propiedad intelectual dentro del sector comercial nacional, a veces no queda otro curso de acción que el informal, es decir: “Reaccionar contra las infracciones a través de comunicados públicos, lo que demuestra que el Estado está fallando, porque los canales regulares tal vez no están, no se les tiene mucha confianza para iniciar procedimientos administrativos o acciones judiciales contra contra los infractores”, explica el experto en PI.
Según Gómez, deben seguirse los siguientes pasos: 1) Que el gobierno nacional adecúe la legislación en propiedad industrial a los estándares internacionales, “nosotros tenemos una Ley de Propiedad Industrial de 1955, imagínate todo lo que se ha desarrollado el sistema de PI a nivel internacional y cómo estamos por debajo de los estándares mínimos en esa ecuación”. 2) Se empiece a difundir la importancia de la propiedad intelectual en el país (hay personas que confunden el registro mercantil con la marca). 3) Se aprenda a gestionar los activos intangibles, “que también tienen que ver con el modelo de negocio de la empresa, porque va a permitir licenciar para un fin determinado”.
También queda la esperanza de que, volviendo al inicio, los venezolanos en el exterior reconozcan los verdaderos sabores de su nostalgia y allí, donde haya una marca que imite a las que se sentaban originalmente en nuestras mesas, sepan señalarlas como engañosas, aunque la ley las ampare.
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