Este 28 de abril se celebra el día de la seguridad y salud en el trabajo. En esta fecha se busca concientizar sobre los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. Según estimaciones publicadas por la Organización Internacional de Trabajo (OIT), 2.78 millones de trabajadores mueren cada año en accidentes de trabajo y, de estos, 2.4 millones están relacionados con enfermedades.
No obstante, hemos recorrido un largo trecho desde el siglo pasado, en donde la seguridad y salud en el trabajo era la última de las preocupaciones en un mundo que crecía y se industrializaba a una velocidad alarmante, en el que derechos laborales y prevención en la seguridad y salud resultaban ajenos a este crecimiento. Solo hay que volver a ver fotografías de época, en donde el crecimiento de ciudades y nuevas fábricas iba de la mano con imágenes de personas caminando sin seguridad alguna por andamios en edificios muy altos o trabajando frente a bocanadas de humo sin protección en el rostro.
Pese a los grandes avances que se han realizado en la materia (que resultan palpables), aún hoy en día persisten situaciones y contextos inseguros para el trabajo y muchos de ellos son nuevos y muy propios de nuestro siglo XXI.
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Nuevos riesgos y enfermedades laborales
Podemos mencionar la existencia de nuevos riesgos laborales y de enfermedades profesionales derivadas del uso de nuevas tecnologías. El impacto de las nuevas tecnologías es transversal y va desde nuevos riesgos físicos (pensemos en problemas ergonómicos por el uso de determinadas tecnologías de forma permanente en el trabajo o desgaste visual por el continuo uso de pantallas de luz azul, por ejemplo) hasta nuevos riesgos psicosociales o a nivel cognitivo.
Mientras la tecnología se introduce cada vez más en nuestro día a día, e incluso adoptamos más rutinas que tienen que ver con ella, los esquemas de trabajo varían considerablemente y, de forma directa, también varían los riesgos laborales existentes. He ahí la importancia de la detección continua de los riesgos, tal y como es requerido por nuestra Ley de Seguridad y Salud en el Trabajo y su Reglamento, así como también de las correctas capacitaciones que deben ser brindadas a los trabajadores, siempre que se implemente una nueva tecnología en un centro de trabajo, así como la clara manifestación de los riesgos que ello conlleva.
De igual modo, podemos señalar que, si bien los riesgos físicos son los más visibles, como consecuencia de la introducción de nuevas tecnologías, lo cierto es que el avance de riesgos psicosociales es cada vez mayor, pero, a su vez, estos son cada vez más difíciles de detectar.
Ya desde el año 1984, el Comité Mixto conformado por la Organización Internacional de Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalaba que los factores psicosociales en el trabajo consisten en aquellas “interacciones entre el trabajo, su medio ambiente, la satisfacción en el empleo y las condiciones de su organización, por una parte; y por la otra, las capacidades del empleado, sus necesidades, su cultura y su situación personal fuera del trabajo; todo lo cual -a través de percepciones y experiencias- influyen en la salud y el rendimiento”.
Lo especialmente complejo de los riesgos psicosociales es que no resultan visibles hasta que las afectaciones son exteriorizadas por el individuo o incluso lo malestares físicos que también acarrean.
Lo crítico es que suelen ser diagnosticados o atribuidos a otros motivos y no a un origen psicosocial. De igual modo, se tiene la tendencia a pensar que muchas de las afectaciones son de origen o atribuibles a la vida personal de cada trabajador, cuando en realidad pueden tener un claro origen profesional.
Pesemos por ejemplo en condiciones conocidas hoy en día pero que antes no tenían la importancia debida, como el burnout, que surge por la exposición crónica a estresores laborales. Esta se caracteriza por tres dimensiones, de acuerdo con la investigadora Ma. del Refugio López Palomar, y son:
- Agotamiento emocional (agotamiento de los recursos emocionales propios);
- Despersonalización (actitudes negativas) y
- Falta de realización personal en el trabajo (valoración negativa del propio rol profesional).
Si bien esta condición es más advertida hoy en día, cierto es también que el ritmo de vida, la invasión de la nueva tecnología y muchas condiciones laborales han acrecentado el nivel de esta condición en la población actual.
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Implicaciones del trabajo remoto
Bajo el contexto del COVID-19 nuestros esquemas de trabajo también han sido puestos a prueba con diversos cambios tecnológicos, como el trabajo remoto. Si bien hay procesos acelerados por la pandemia, resulta innegable que el trabajo remoto también conlleva riesgos inherentes a la salud y que, a diferencia del trabajo presencial, no resultan tan detectables por la lejanía con las y los trabajadores.
Si bien los empleadores realizan esfuerzos para que los trabajadores que se encuentran en trabajo remoto tengan el mismo nivel de protección frente a riesgos, lo cierto es que, al combinarse la esfera laboral con la esfera personal de dicho trabajador, la magnitud de control del empleador sobre los riesgos resulta menor que en el trabajo presencial. Esto se complejiza aún más si tenemos en cuenta que nuestra normativa en materia de seguridad y salud en el trabajo fue realizada para un contexto en el que el trabajo se realiza in situ, encontrándose la mayoría de las obligaciones vinculadas con el espacio de trabajo dentro del dominio absoluto del empleador, situación que ciertamente debe modificarse hoy en día.
Con estas breves reflexiones no se busca brindar un panorama desalentador de la seguridad y salud en el trabajo al lector, sino, por el contrario, expresar que tenemos la oportunidad perfecta para replantearnos la seguridad y salud en el trabajo y, desde el campo que nos corresponda, realizar las modificaciones respectivas: el Estado en cuanto a la actualización perenne de las normativas en la materia de seguridad y salud; el empleador en cuanto a asumir un rol proactivo en detectar situaciones de riesgo internas y brindar medidas para evitar riesgos y potenciales daños a su personal y los trabajadores, y la sociedad, en general, en ser más consciente de aquellos riesgos y poner un esfuerzo máximo en contribuir a la prevención de los mismos, así como a la difusión de las medidas idóneas para evitarlos.
El derecho y sobre todo los temas de seguridad y salud en el trabajo no son estáticos, por el contrario, son dinámicos y avanzan, se modifican y se adaptan ahí donde también avanza la humanidad.
Que esta sea la oportunidad perfecta para recordarlo y adoptar a futuro las medidas que correspondan, lo que contribuirá enormemente a nuestro avance como sociedad.
*Silvia Rebaza Santa Cruz es asociada sénior de Philippi, Prietocarrizosa, Ferrero DU & Uría. Es mágister en Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social por la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde es adjunta de docencia del curso Derecho Laboral Especial en la Facultad de Derecho.
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