En 2011 se publicó en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública un artículo denominado Estrés, ansiedad y depresión en magistrados de Lima. En dicho estudio se detectó que la prevalencia de ansiedad entre los jueces peruanos era de 12.5%, en contraste con el de la población de Lima- en general- que era de 7.3%. Posteriormente, en 2016, un estudio de la Barra Americana reveló que el 28, 19 y 23% de abogados sufren de depresión, ansiedad y estrés crónico, respectivamente.
Más recientemente, en octubre de 2021, la Barra Internacional de Abogados publicó los resultados de la encuesta sobre bienestar realizada el año que antecede, destacando que el 56% de abogados que participó en dicho estudio declaró padecer de ansiedad generalizada y depresión.
Además de requerir resultados que reflejen el estado de la salud mental de nuestra reciente industria, sería interesante conocer qué pensamos la media de abogados cuando un colega nos comenta que padece de ansiedad o depresión. ¿Se educa sobre estos temas en el colegio o en la universidad?
En mi experiencia, en los seis años en una Facultad de Derecho ningún profesor o asignatura me preparó para el nivel de exigencia que experimenté en mis primeros años de abogada, ni para lo duro que puede resultar que todos los síntomas de ansiedad que debían disparar las alarmas fueran normalizados como algo propio del sector o juzgados como elementos que hacían de mí una profesional incompleta o problemática.
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Es así que la falta de horas de sueño y la capacidad de sobrevivir sin dormir lo suficiente se convirtieron en un “súper poder”. La frecuencia de soñar con las controversias que me asignaban y el pánico que surgía ante un posible error, lo que me hacía responsable. Los días en los que desayunaba, almorzaba y cenaba frente a una computadora de escritorio, incluyendo fines de semana, lo que me unía a mis colegas. Todos estos comportamientos que debieron ser preocupantes se convirtieron en lo que concebía como la vida que había elegido, sin saberlo, cuando decidí estudiar Derecho a los 17 años.
Vivía en la cuerda floja y no lo sabía, hasta que una crisis de ansiedad generalizada me lo dejó muy claro y me permitió conocer que el 30% de mis compañeros de oficina habían atravesado por lo mismo que yo, pero simplemente nadie hablaba del tema. Es normal que las personas no conversemos sobre experiencias que evocan situaciones desagradables, pero hay temas que necesitan ser conversados a tiempo para evitar, precisamente, situaciones desagradables.
Cabe mencionar que padecer de ansiedad no significa estar nervioso o preocupado, estados comunes en la vida de toda persona. Esto alude a un estado de agitación e inquietud desproporcionado, que presenta síntomas no solo psíquicos, sino también físicos que comúnmente se relacionan con la anticipación del peligro y la sensación de catástrofe.
Es curioso que entre las habilidades más valoradas de los abogados se encuentra la capacidad de detección de riesgo y anticipación a hechos no deseados para sus clientes o empleadores. Ciertamente, parte de nuestro trabajo es imaginar los peores escenarios posibles y de esa forma anticipar una estrategia para que no ocurran y en caso de que así sea, podamos evitar o disminuir el daño que generen.
Sin embargo, de la búsqueda de estudios realizados en el sector legal y los riesgos en la salud mental a los que se enfrentan sus protagonistas en Perú se nota que, a diferencia de otros países, no se cuenta con una institución que haya tomado el liderazgo en el tema ni un compromiso de colocarlo en agenda por parte de los colegios profesionales y las facultades de Derecho.
Así las cosas, considero que urgen organizaciones, institutos, oenegés o gremios que se interesen por generar data y proponer medidas que mejoren la calidad de vida de los abogados en el Perú. Si esto llegara a ocurrir, sería importante que luego se mida el impacto de las medidas de bienestar en la percepción de los profesionales del sector legal y en las características del estereotipo del abogado en Perú.
En el Perú contamos con una ley de salud mental (N° 30947) que le asigna a los colegios profesionales y universidades públicas y privadas el rol de realizar programas y proyectos de investigación sobre el monitoreo y prevención de salud mental, otorgándoles la oportunidad perfecta, sobre todo a los colegios profesionales, de fortalecer su imagen y unirse a un movimientos de barras internacionales que cuidan proactivamente de sus miembros. Con esto es posible renovar el rol que cumplen en la sociedad, apuntando a uno más útil y, sin duda alguna, necesario.
Asimismo, la reciente industria legal creada por la Cámara de Comercio de Lima puede ser el inicio de una renovada práctica en la que se realicen encuestas periódicas sobre bienestar y salud mental en los abogados, con la guía del Ministerio de Salud y la autoridad de fiscalización laboral, Sunafil. Después de todo, somos abogados, deberíamos ser los primeros en defender nuestros derechos y cuidar de nuestra salud para estar en capacidad de proteger los intereses y derechos de otros.
*Guilliana Paredes es abogada por la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo y Magíster en Economía, Regulación y Competencia en los Servicios Públicos por la Universidad de Barcelona. Ha sido secretaria técnica de la Sala Especializada en Eliminación de Barreras Burocráticas del Tribunal del Indecopi. Actualmente, es consultora y asesora independiente en temas de derecho público y competencia.
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