Me pareció importante escribir algunas líneas sobre la diversidad y la inclusión desde una perspectiva emocional y humano. Esto porque, como a la mayor parte de los miembros de nuestra profesión, estoy conscientes de que la diversidad es una fuerza que puede influir en los temas económicos y de selección dentro de las firmas de abogados; pero además es un elemento muy valorado por la juventud, que evalúa con un peso significativo si una empresa o despacho dedica tiempo a atender este tema, como parte de los criterios de selección que los jóvenes usan para integrarse a una firma.
Adicionalmente, la diversidad e inclusión enriquecen nuestras vidas, nos permiten conocer puntos de vista distintos, maneras diferentes de vivir y sentir, y ayudan también, cuando el tema se atiende, a reducir la marginación y la pobreza, sobre todo porque abre oportunidades para que las personas que son miembros de las distintas minorías o de grupos históricamente vulnerados puedan tener una vida plena y feliz.
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Si lo reflexionamos, la mayoría conocemos y tenemos personas muy queridas que también son miembros de la comunidad LGBTTTIQ+ o de cualquier otro grupo social. Entonces, pensemos, cómo nos sentiríamos ante la ausencia de ellos o, si supiéramos que son dañados o molestados, o si algo malo pudiera pasarles, solo por ser miembros de alguna comunidad de diversidad, ¿qué haríamos para evitarlo?
¿Se nos hace justo que en México tengamos las cifras de violencia de género y feminicidios que tenemos en contra de mujeres o miembros de la comunidad LGBTTTIQ+ solo por ser sexodiversas? ¿Una sociedad que maltrata animales, niñas y niños, sentando el camino para peores atrocidades en el futuro adulto de esos maltratadores es una sociedad justa?
Me parece que la respuesta a estas preguntas es obvia: No.
Además, en ausencia de nuestros seres queridos no solamente nos sentiríamos muy mal, sino que nuestras propias vidas podrían cambiar de manera repentina, triste y dolorosa, sin vuelta atrás.
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El paso de mis años de trabajo en Mijares, Angoitia, Cortés y Fuentes, S.C. me han dado la oportunidad de conocer, en forma casi permanente, gente joven, ya que en nuestro despacho, al igual que hacen la mayoría de las firmas mexicanas, contratamos a pasantes, lo que nos permite al resto del equipo estar en contacto frecuente con ideas nuevas, tendencias y sobre todo conocer maneras de pensar distintas, lo cual no solo es emocionante y enriquecedor, sino que también es un ejercicio de tipo eye opener, que me ha llenado el corazón muchas veces.
Pero, para mí la diversidad e inclusión es algo más que solo un asunto económico y de conveniencia profesional, es un tema de justicia, de humanidad, de empatía y sensibilidad; en pocas palabras, es un tema del “deber ser”, porque si para mi familia y amigos quiero siempre lo mejor y, en caso de tener entre ellos representación de minorías, deseo que siempre los respeten, no los agredan por su orientación o identidad, condición económica o manera de pensar, entonces: ¿porqué habría de creer en que la Diversidad e Inclusión es un tema que se atiende solo en casa y no en el mundo profesional?
No podemos ser inconscientes y ajenos al tema del sufrimiento ajeno, si lo somos corremos el riesgo de deshumanizarnos. No nos quejemos de las cosas que no nos gustan en nuestro país, actuemos para resolverlas, pensemos que los miembros de muchas minorías que carecen de respeto hacia ellas llevan décadas luchando y manifestándose a través de los distintos colectivos.
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Concienciemos el hecho de que cuando le ponemos cara, nombre y apellido a cualquier miembro de alguna minoría, cuando se trata de un familiar o amigo querido, de inmediato empatizamos, entonces: ¿Por qué no hacerlo siempre? No manejemos un doble discurso en el sentido de que: si me queda cerca y me conviene lo atiendo, pero si no lo conozco entonces no me preocupo.
Recientemente, leí el testimonio de una abogada del despacho que, además de ser una abogada extraordinariamente buena y competente, es un ser maravilloso, valiente y con muchas virtudes, Conozco también a otro abogado de la oficina que me ha acompañado en las clases que impartimos en la UIA, siempre dispuesto y con ganas de sumar y de dar un extra en otros temas. Ambos son miembros de la Comunidad LGBTTTIQ+ y de ellos he aprendido mucho, me han sensibilizado y con orgullo los considero entre mis amigos y gente querida en el despacho y mi vida.
Lo anterior me hace reflexionar y pensar que deseo siempre para ellos, al igual que para el resto de mis compañeros de la firma, todo lo mejor, que no estoy dispuesta a que algo malo les pase si en mi mano está evitarlo, que los quiero bien y presentes, plenos y felices y con posibilidad de desarrollar todo su potencial, porque lo merecen, porque son trabajadores, porque son mis compañeros de trabajo y, sobre todo, porque son compañeros de ruta y vida que al ser y existir enriquecen mi vida profesional y humana.
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Al comentar que estaba en proceso de escribir este artículo Mercedes, nuestra Talent Manager, me compartió un interesante artículo del cual extraigo lo siguiente:
El racionalismo moral kantiano se manifiesta, entre otras cosas, en que sitúa la solución al debate moral fuera del tiempo (...). La razón pura a priori determina el carácter moral obligatorio de ciertas acciones del hombre, el cual no se deriva de las propiedades particulares de la naturaleza humana, tales como ciertos sentimientos, o tendencias, o alguna dirección especial de la razón humana que no tenga un valor necesario (...). La ley moral de la razón pura a priori, al determinar los valores morales, crea una segunda naturaleza en el hombre, su “naturaleza racional” (Kant, 1968: 435-6), que tiene autonomía total respecto a la naturaleza humana empírica.
Entonces, dejémonos de tantas razones y explicaciones y comprendamos que ¡la Diversidad e Inclusión es un tema del deber ser!, y que la negación a aceptarlo de esta manera proviene de sesgos inconscientes aprendidos que debemos trabajar en eliminar.
*Lorenza K. Langarica O’Hea es socia de Mijares, Angoitia, Cortés y Fuentes, S.C.
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