
La generación de abogados que ingresó a las facultades de derecho cuando ChatGPT era apenas un rumor tecnológico se está graduando frente a un entorno legal sin precedentes. Lo que los recién graduados encuentran al salir no es el mercado laboral que esperaban, sino algo fundamentalmente distinto: un ecosistema profesional donde las tareas que justificaban su contratación, representaban un proceso de aprendizaje y definían los primeros años de cualquier carrera legal están siendo absorbidas por algoritmos.
El Fondo Monetario Internacional advierte que el 40 % de todos los empleos del mundo podrían verse afectados por la IA, y que esto se sentirá principalmente en profesiones como la del derecho. Y, para los abogados, esta predicción ya no es hipotética. No lo es, sobre todo, para los abogados más jóvenes. Como han señalado en Harvard Law School, la mayoría de los abogados consultados afirman que, si se le pide a ChatGPT que escriba un memorando sobre una cuestión legal, "se obtendrá algo aproximadamente tan bueno como lo que produciría un asociado de primer año". Aunque más rápido y barato. Esto lo cambia todo.
Pero no se trata solo de automatización de tareas rutinarias: es la primera vez que las firmas pueden cuestionar seriamente si necesitan contratar el número tradicional de asociados junior para funciones que durante décadas fueron exclusivamente humanas. Donde antes se necesitaban semanas de trabajo humano, ahora bastan horas de procesamiento automatizado. Por ejemplo, un proceso de due diligence para la adquisición de una empresa.
Esta realidad plantea una pregunta aún más incómoda para una profesión construida sobre siglos de tradición jerárquica: si las máquinas pueden hacer el trabajo de los asociados junior, ¿cómo se formarán los socios del futuro? Y para los miles de jóvenes abogados latinoamericanos que buscan su primer empleo, la pregunta es aún más urgente: ¿qué lugar queda para ellos en esta nueva ecuación? Eso es lo que analizaremos a continuación.
La raíz del dilema
La paradoja es inquietante: las firmas necesitarán menos asociados junior porque la tecnología se encargará de muchas de sus tareas tradicionales, tareas que resultan repetitivas pero que son la mejor escuela para formarse profesionalmente. Y lo más grave es que esos mismos asociados junior son los socios del futuro. Son el destino de la firma.
Más allá de algunas grandes firmas líderes en tecnología, el testimonio de muchos abogados en Latinoamérica es que todavía siguen en las etapas tempranas de adopción de la IA. No hay aún información objetiva y coherente del impacto de la revolución tecnológica más importante de los últimos tiempos en la profesión legal. Lo que abunda, más que todo, son proyectos de implementación de prototipos, al ritmo lento y prudente que cabe esperar de una profesión que nunca se destacó por ser pionera en la adaptación de nuevas tecnologías debido a la aversión al riesgo. Una profesión que tiende a considerar los costos de adaptación como un gasto más que una inversión, inmersa además en una región que anda a remolque de los avances en otras latitudes. Pero de algo podemos estar seguros: la revolución no llegará lentamente a Latinoamérica. Llegará en forma de avalancha.
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En Estados Unidos, las firmas de abogados aumentaron su uso de herramientas basadas en inteligencia artificial del 11 % al 79 % entre 2023 y 2024, y más de la mitad de abogados usan herramientas de propósito general como Chat GTP. Esta adopción acelerada, sin duda, está transformando las tareas fundamentales de los asociados junior. La revisión de documentos, el análisis de contratos básicos, la preparación de borradores, la investigación legal preliminar—el trabajo que tradicionalmente formaba la columna vertebral del entrenamiento de nuevos abogados—está migrando sistemáticamente hacia los algoritmos. Es el equivalente legal de las escalas musicales o los ejercicios de caligrafía: repetitivos, tediosos, pero fundamentales para desarrollar la memoria muscular profesional. Cuando un algoritmo puede revisar mil contratos en el tiempo que un humano revisa uno, ¿dónde aprende el abogado joven a detectar las cláusulas problemáticas por instinto?
De hecho, según un reporte el tiempo de revisión de documentos con la IA se ha reducido entre un 60 % y un 80 %, el análisis de contratos se realiza entre 10 y 15 veces más rápido que la revisión manual, y el tiempo de investigación legal ha disminuido entre un 30 % y un 50 %. Se estima que la IA puede automatizar aproximadamente el 74 % de las tareas facturables por hora
Es el núcleo de la paradoja que mencionamos: la tecnología cumple su promesa de hacer a las firmas más ágiles y productivas, pero simultáneamente erosiona el ecosistema económico tradicional donde los abogados asociados construían su valor profesional a través de horas facturables en trabajo repetitivo.
Si las máquinas pueden hacer el trabajo rutinario mejor que el promedio, solo que más rápido y más barato, ¿dónde aprenderán los futuros socios las habilidades fundamentales de la práctica legal?
Disrupción en los modelos de mentoría
Por otra parte los abogados senior de la región han construido su reputación sobre décadas de experiencia directa: comprendiendo casos complejos cara a cara con sus mentores, aprendiendo a leer entre líneas en reuniones con clientes difíciles, navegando los vericuetos no escritos del sistema legal con la guía de quienes ya habían recorrido ese camino.
Surge entonces la pregunta para la que no hay respuesta satisfactoria todavía: si las reglas de juego en la profesión cambian, como ya lo hemos visto, ¿qué ocurre con ese proceso de adquisición directa de experiencia de los abogados más jóvenes?
La mentoría en el derecho nunca fue solo sobre transmitir conocimiento técnico. Es el proceso mediante el cual un abogado senior transfiere algo más elusivo: el juicio profesional. Ese sexto sentido para detectar cuando un cliente no está contando toda la historia, la habilidad para leer el subtexto en una negociación tensa, o la intuición sobre qué argumento resonará con un juez particular. Son competencias que se desarrollan observando, errando bajo supervisión, y recibiendo retroalimentación inmediata en situaciones reales. En las firmas más exitosas, estos programas de mentoría no son casuales: involucran emparejamientos cuidadosos entre mentores y aprendices, considerando personalidades y aspiraciones, con evaluación continua del progreso.
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En América Latina, la mentoría tradicionalmente ha dependido de relaciones informales maestro-aprendiz. Esta diferencia cultural ha creado muchas ventajas competitivas únicas en una región donde las relaciones personales siguen siendo críticas para el éxito empresarial. El problema es que los sistemas de transferencia de conocimiento siguen siendo mayormente orales, personales y presenciales. Es un problema porque el trabajo que permitía esa transferencia orgánica está desapareciendo.
La solución no puede ser romantizar el pasado ni rechazar la tecnología. Las herramientas de IA que pueden buscar precedentes en segundos, predecir resultados judiciales o automatizar la gestión del conocimiento institucional son demasiado poderosas para ignorarlas. Pero las firmas que prosperarán serán aquellas que apliquen el ya viejo lugar común que dice que la tecnología debe complementar, no reemplazar, la formación humana. Esto significa rediseñar conscientemente los programas de mentoría para la era digital: usar la IA como herramienta pedagógica que libere tiempo para discusiones más profundas; crear nuevos "ritos de paso" que desarrollen las habilidades que ningún algoritmo puede replicar; y sobre todo, capturar sistemáticamente el conocimiento acumulado de los abogados senior antes de que se retiren. Esto representa retos importantes para las firmas que les obligan a revisar sus diversas políticas y, por ende, a construir una nueva cultura.
Nadie tiene forma de predecir el futuro con precisión, pero algo sigue siendo cierto: en un mundo donde la información legal es instantáneamente accesible, el valor diferencial del abogado radica precisamente en aquello que solo se transmite de persona a persona: el criterio, la sabiduría y el arte de navegar la complejidad humana del derecho.
Nuevas competencias para sobrevivir profesionalmente
La relación entre abogados jóvenes y tecnología ha cruzado un punto de no retorno. Ya no basta con saber usar herramientas de IA como quien maneja un procesador de texto; la diferencia ahora radica en entender profundamente cómo funcionan estos sistemas, sus limitaciones inherentes y, sobre todo, cómo integrarlos estratégicamente en la práctica legal. Los abogados que prosperan son aquellos que desarrollan una intuición sobre cuándo la IA puede acelerar su trabajo y cuándo el toque humano es irreemplazable. Es la diferencia entre delegar ciegamente en un algoritmo y orquestar una sinfonía donde la tecnología amplifica las capacidades humanas sin reemplazarlas.
América Latina se está convirtiendo en un mercado legal sin fronteras, y los abogados que solo operan en su jurisdicción local están perdiendo terreno rápidamente. El nearshoring, la integración económica regional y la movilidad de capitales exigen profesionales que puedan navegar con soltura entre São Paulo, Ciudad de México y Bogotá, no solo lingüísticamente sino comprendiendo las sutilezas regulatorias y culturales de cada plaza. El abogado del futuro piensa en términos regionales: cuando estructura una operación, considera simultáneamente las implicaciones fiscales en múltiples jurisdicciones, anticipa conflictos normativos y diseña soluciones que funcionen desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.
La especialización sectorial se ha vuelto indispensable, pero no en las áreas que dominaron las últimas décadas. Los sectores en transformación radical —energía renovable, tecnología financiera, comercio digital, infraestructura sostenible— necesitan abogados que comprendan los modelos de negocio antes de que exista jurisprudencia relevante. Esto requiere una mentalidad empresarial que va más allá de la interpretación legal: implica sentarse en las juntas directivas hablando el idioma de los CEOs, anticipar regulaciones que aún no se han escrito basándose en tendencias globales, y convertir la incertidumbre jurídica en ventaja competitiva para los clientes. Los abogados más cotizados son aquellos que entienden que su rol no es solo minimizar riesgos, sino habilitar oportunidades.
En definitiva, mientras más sofisticadas se vuelven las máquinas, más crucial se torna aquello que nos hace irreemplazablemente humanos. La capacidad de leer las emociones no dichas en una negociación tensa, de construir confianza genuina con un cliente en crisis, de encontrar soluciones creativas donde no existe precedente: estas son las competencias que ningún algoritmo puede replicar. Pero desarrollarlas requiere intencionalidad. Los abogados jóvenes que invierten deliberadamente en su inteligencia emocional —a través de experiencias internacionales, trabajo pro-bono que los exponga a realidades diversas, o formación en disciplinas complementarias como psicología o mediación— están construyendo un foso competitivo que la tecnología solo hará más profundo.
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Dicho en otras palabras, los abogados jovenes tienen que estar conscientes de la necesidad de desarrollarse en habilidades y conocimientos complementarios más allá del derecho. Las firmas, por su parte, tienen la responsabilidad de apoyarles en dicha formación, lo que va mucho más allá de exigirles presencialidad sin terminar de entender estas nuevas realidades. En un mundo donde la información legal es commodity, el valor real está en la sabiduría, la empatía y el juicio humano.
Pero, en concreto, y en medio de tanta incertidumbre ¿qué consejos le pueden servir un abogado joven hoy para prosperar en su carrera? Cerramos nuestro análisis con algunos de ellos.
Consejos inmediatos para sobrevivir al presente y triunfar en el futuro de la abogacía
- Si no lo has hecho, empieza hoy mismo a dominar las herramientas de IA que ya están disponibles. Dedica una hora diaria a experimentar con ChatGPT, Claude o Gemini para tareas legales específicas: redacción de contratos, análisis de cláusulas, investigación de jurisprudencia. Crea tu propio banco de prompts efectivos y documenta qué funciona y qué no. Inscríbete en cursos gratuitos de prompting. ¿La meta?: en seis meses, ser el asociado al que todos consultan sobre cómo usar IA efectivamente. Esa reputación interna vale oro.
- Construye tu red latinoamericana desde ya. Únete a los grupos de LinkedIn de abogados en otros países de la región, y participa activamente en sus discusiones. Asiste virtualmente a conferencias legales de otras jurisdicciones (la mayoría siguen teniendo opciones online post-pandemia). Busca un "buddy", un abogado de tu edad en Brasil, México o Colombia e intercambien experiencias semanalmente por videollamada. Si no hablas bien inglés o y portugués, es el momento de aprender. También puedes proponer a tu firma hacer una presentación mensual sobre desarrollos legales en otro país latinoamericano, usando toda la información invaluable que te ofrecen las herramientas de investigación profunda de la IA. El objetivo: cuando llegue ese deal regional, ser el único junior que entiende las diferencias prácticas entre jurisdicciones.
- Especialízate en un sector emergente, pero hazlo inteligentemente. Elige uno: fintech, energías renovables, cannabis medicinal o economía digital. Suscríbete a las newsletters especializadas del sector, incluyendo las de Lex Latin. Asiste a meetups y conferencias de la industria, no solo a las de abogados. Aprende el vocabulario técnico, y entiende los pain points del negocio. Ofrécete para escribir artículos en el blog de tu firma sobre desarrollos en ese sector. Conecta en LinkedIn con emprendedores y ejecutivos del área. Cuando necesiten un abogado, que tu nombre sea el primero que recuerden. La especialización temprana en nichos emergentes es tu garantía de éxito
- Desarrolla habilidades blandas con método, no por accidente. Toma un curso de negociación (hay varios online), pero más importante: practica. Ofrécete para acompañar a socios en negociaciones, aunque sea solo para tomar notas lo que implica aprender. Graba tus presentaciones y analízalas despiadadamente. Únete a grupos de debate para mejorar tu oratoria. Lee libros de psicología conductual y comunicación no verbal. Aprende técnicas básicas de project management (hay certificaciones gratuitas online). Ofrece trabajo pro-bono para organizaciones donde puedas liderar, no solo investigar. Cada interacción es una oportunidad de práctica. El carisma y la capacidad de conexión no son talentos naturales: son habilidades que se entrenan. Hoy en día hay múltiples programas de formación en estas habilidades incluyendo los que ofrece Campus LexLatin
Los abogados jóvenes más exitosos están desarrollando perfiles híbridos que combinan expertise legal tradicional con habilidades que la IA no puede replicar: inteligencia emocional, pensamiento crítico, creatividad estratégica, y la capacidad de construir relaciones profundas con clientes y colegas. Muchos coinciden en esto: las habilidades "exclusivamente humanas" como negociación compleja, asesoría estratégica, gestión de crisis, empatía y comunicación efectivas e están volviendo más valiosas, no menos, y todas ellas contribuyen a construir el liderazgo transformador de los abogados.
Conclusiones
La generación de abogados que hoy tiene entre 25 y 35 años será recordada como la que navegó la transición más radical en la historia de la profesión legal. No tienen el lujo de la nostalgia ni el tiempo para lamentarse por un mundo que ya no existe. Su desafío es único: deben aprender las reglas del juego antiguo mientras inventan las del nuevo. Dominar las herramientas que los podrían reemplazar mientras cultivan las habilidades que los harán irremplazables. Es una generación bisagra, condenada a ser tanto la última formada en la tradición como la primera nativa de la era algorítmica.
Aquellos que naveguen exitosamente esta transformación serán aquellos que entiendan que la profesión legal no está siendo destruida por la tecnología: está siendo reinventada. El valor ya no residirá en la capacidad de procesar información, sino en la habilidad de sintetizar insights complejos, construir estrategias innovadoras, y mantener el elemento humano que ninguna máquina puede replicar.
El futuro pertenecerá a los abogados que puedan funcionar como traductores entre mundos: tecnología y humanidad, local y global, tradición e innovación. En Latinoamérica, donde las relaciones personales siguen siendo la moneda de cambio más valiosa en los negocios, esta combinación de competencias tecnológicas y habilidades interpersonales puede convertirse en una ventaja competitiva única.
La pregunta no es si los abogados jóvenes sobrevivirán a esta revolución, sino cuáles tendrán la visión, adaptabilidad y resistencia para prosperar en ella. Para aquellos dispuestos a reinventarse, el futuro legal puede ser más prometedor de lo que los números actuales sugieren. Para quienes se aferran a modelos obsoletos, no se distancian de la cultura tradicional de las firmas en que trabajan y no han abrazado el cambio , el camino será considerablemente más difícil.
La transformación esta aquí. Solo resta ver quiénes están listos para liderar el futuro de la profesión legal en la región.
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