Los vaivenes regulatorios de la administración de Andrés Manuel López Obrador no debilitarán la economía mexicana, pues según especialistas del sector privado este 2023 cerrará con un peso sólido y una tasa inflacionaria contraída que mejoraría el próximo año.
Ante este pronóstico, el sector corporativo está enfilándose en planes de transversalización de criterios ESG y el reforzamiento de sus programas de compliance en respuesta a las tendencias del mercado.
A decir de Diego Blanco, socio fundador de Blanco Carrillo, una gestión óptima de las oportunidades que ofrece este contexto requiere de un componente clave que se habría perdido en el camino: la regularización corporativa.
Este proceso, explica el abogado, responde a dar cumplimiento desde diversos frentes —fiscal, laboral, incluso en materia de inversiones extranjeras— a las regulaciones del sector. El diferencial está en mantenerse en sintonía con la compañía y el negocio que desarrolla.
“El reto que tenemos los abogados es que, muchas veces, las dinámicas del negocio y del comercio en general en las sociedades mercantiles van muy rápido y es necesario estar pendientes de aterrizar cada aspecto desde el punto de vista legal. Esto implica mantener y actualizar a las empresas para que cuenten con un cross-checks de sus diversos departamentos (contable, legal, entre otros), generando la materialidad necesaria para que, al final de cuentas, haya un soporte adecuado del estado financiero”, detalla.
Para Blanco, este proceso se activa en operaciones de M&A, en las que se exige a los vendedores presentar las declaraciones y garantías. Es en este marco en que el alcance de la regularización empresarial manifiesta su valor en el negocio.
“El tener el negocio regularizado suele presentarse en las negociaciones de fusiones y adquisiciones, cuando se requiere que las empresas hagan los famosos warnings o declaraciones y garantías. En esta etapa se pueden reportar contingencias por no llevar un oportuno mantenimiento corporativo. Es entonces cuando empiezan a descontar precio por el riesgo que estas contingencias pudieran representar. En este sentido, creo que mantener el negocio regularizado maximiza el precio y la rentabilidad e, inclusive, el nivel de crédito, si lo vemos a nivel de fusiones y adquisiciones”.
El potencial de este proceso podría escalar cuando aplicamos su lógica al servicio de asesoría financiera y legal que se le ofrece a la compañía. Su desarrollo se circunscribe a la Ley del Mercado de Valores, cuya última reforma se realizó en 2019. Se trata de articular los deberes de cuidado, lealtad, due diligence, entre otros, plasmados a partir de su artículo No. 30.
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Rentabilidad del negocio
Desde su trayectoria en sectores como salud, inmobiliario, retail, servicios financieros, venture capital y medios digitales, el especialista cuenta lo tardía que es la reacción de las compañías para reconocer el ahorro que supone implementar la regularización empresarial.
“Cuando existe una transacción es cuando se hace la regularización corporativa. Entonces, generalmente son procesos muy caros, al ser realizadas por externos que no necesariamente tienen una película completa porque nada más están contratados para una transacción. Integrar esta práctica al servicio legal supone recuperar ese rol de consejero que representaba el abogado de la empresa y aplicar la regularización en una gestión planificada y estratégica”.
El abogado perfila el servicio legal como uno que acompaña al cliente y al desarrollo y evolución de su negocio. Apuesta por una fórmula en la que prevalezca la vocación de servicio y, en consecuencia, gestar relaciones de largo plazo. Pero, ¿cuándo se fue perdiendo este componente de valor en las firmas legales?
“Creo que se perdió en el momento en que los negocios tomaron una velocidad abismal en su desarrollo. En parte esto tiene que ver con las tecnologías, la globalización y la expectativa de que un negocio deba —sobre todo— producir. Muchas veces, por lo menos en México, el componente legal pasa a un segundo plano, porque primero es cerrar (el deal), cobrar y, a partir de eso, tratar de buscar la rentabilidad. Lo que planteo no es que la velocidad baje, sino que exista un compromiso con esta regularización corporativa para que, eventualmente, se haga una propuesta donde lo legal no pase a un segundo plano, sino que se mantenga con el propósito de minimizar riesgos, minimizar litigios y, en consecuencia, minimizar contingencias y maximizar valores”, detalla.
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Impacto en la cultura empresarial
Blanco es miembro de una red de abogados conocida como “Abogados B para el Mundo”, impulsada por Sistema B, cuyo fin es redefinir el sentido del éxito a través del mercado. El objetivo de esta iniciativa privada es procurar resultados que consideren, además del éxito financiero, el impacto social y el cuidado al medio ambiente.
Es, desde esta perspectiva, que el abogado ve una integración orgánica entre el proceso de regularización y la transversalidad de los criterios ESG. Su mantenimiento en el sector corporativo requiere de un mayor involucramiento gubernamental, lo que hasta el momento se ha manifestado en el desarrollo de instrumentos financieros como los bonos temáticos.
“El rol corporativo del abogado respecto de la regularización se relaciona con los retos que tenemos sobre los lineamientos (ESG), más concretamente los retos que tenemos para el 2030. Sin embargo, para impulsar esto tiene que haber un apoyo (más concreto) desde el sector gubernamental en los países. Ahora, si eventualmente el generar este triple impacto no se valora o considera por las administraciones, el reto será que la empresa esté dispuesta a absorber ese costo adicional, no solo en dinero, sino en tiempo y esfuerzo”.
Finalmente, esto debe respirarse en el ADN corporativo, construyendo una visión que se impulse del compliance como la práctica desde la que se formaliza la implementación de programas o auditorías en línea con lo que propone la regularización.
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“Si se comienzan a tener buenas prácticas y se involucra a los tomadores de decisiones (a través de la asesoría legal) en el ADN de la empresa, cuando se haga una propuesta agresiva, es decir, que pueda dañar o alterar los valores, la compañía va a ser capaz de tener un momento de reflexión y seguir el plan estratégico trazado. Ese es el fundamento de la regularización. Se trata de no estar buscando únicamente la transacción para maximizar utilidades. Se trata de hacer las cosas bien desde el primer día. Eso lleva a que la empresa tenga orden y un propósito con su negocio en su ADN”.
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