Francisco Abeal ingresó en Marval, O'Farrell & Mairal en 2004. Se ha desarrollado desde entonces en el área de práctica en la que se inició, banca y finanzas. Cree que fue una buena decisión porque ha podido impregnarse de temas muy variados y espera continuar creciendo en la firma.
Conversó con LexLatin en La firma y los millennials.
—¿Cómo llegó hasta el área de práctica donde está desarrollando su carrera? ¿por qué decidió esa especialidad frente a otras?
—Empecé a trabajar en el área de bancos y finanzas de Marval hace más de 10 años, cuando estaba en el "Programa de Jóvenes Profesionales", un programa que se implementó hace más de 20 años y que les da a los abogados recién recibidos la oportunidad de entrenarse en distintos sectores del estudio.
Al terminar, elegí continuar mi carrea en esa área de práctica porque es muy completa. La elección no fue fácil porque todos los lugares en los que tuve la oportunidad de trabajar durante el programa tenían algo que me interesaba. En bancos y finanzas iba a poder trabajar en temas transaccionales, regulatorios y contenciosos muy variados.
Creo que fue una buena decisión. Así, pude participar en diversos temas, por ejemplo: financiamientos, garantías, fideicomisos, fusiones y adquisiciones, contratos comerciales, control de cambios, prevención de lavado de dinero y sumarios ante distintos reguladores, entre otros.
—¿En qué aspectos ha cambiado su visión de la profesión legal desde que egresara de la universidad hasta este momento? ¿Es trabajar en una firma tal y como lo imaginaba cuando era estudiante?
—Mi visión de la profesión no cambió tanto desde que egresé de la universidad. Sí cambió la forma de aplicar los conocimientos del derecho: de lo rígido y estático de los libros de texto a la aplicación práctica de las leyes, en un caso concreto, a través de mi propio criterio. Además, el ejercicio de la profesión tiene un factor adicional, que no está del todo presente en la universidad, como es la gestión de la relación con los clientes. Esto hace del ejercicio de la profesión algo mucho más dinámico, aún.
La verdad, creo que trabajar en un estudio como Marval, O'Farrell & Mairal lleva la experiencia a otro nivel. No solo porque el trabajo siempre es muy variado y cada día es completamente diferente al anterior, sino también porque, al mismo tiempo, te permite conocer una gran cantidad de personas.
—¿Cuáles son sus metas en el despacho para el que trabaja en este momento?
—Mis principales metas son seguir aportando al crecimiento de la firma desde mi lugar, prepararme para afrontar nuevos desafíos y continuar desarrollándome profesionalmente.
—¿Cuáles son sus herramientas de tecnología legal favoritas? ¿Cómo le ayudan en el desempeño de su trabajo?
—Las aplicaciones móviles que permiten agilizar todo tipo de tareas, como la carga de tiempos de trabajo, el acceso remoto al sistema de gestión documental, la edición de documentos y el trabajo en forma remota. En los últimos años, Marval invirtió muchos recursos en tecnología. Las aplicaciones móviles que desarrolló son una muy buena herramienta para simplificar distintos tipos de tareas.
—¿Qué sinergias se pueden producir entre el abogado latinoamericano y el abogado anglosajón? ¿Qué tiene uno que aprender del otro?
—Creo que ambos pueden seguir aprendiendo de la forma de trabajar del otro y así lograr un feliz intermedio. Me da la impresión de que el abogado latinoamericano busca la interacción entre pares mucho más que el abogado anglosajón, que prefiere el trabajo más solitario y reducir el tiempo de interacción al mínimo necesario. En mi opinión, darse la oportunidad de conversar temas con colegas tiene ventajas, siempre que se haga un eficiente uso del tiempo.
—¿Qué habilidades que no se aprenden en la escuela de derecho necesita el abogado de hoy?
—La empatía y comunicación son habilidades fundamentales en la relación con los clientes sobre las que no se trabaja en la universidad. Saber qué quieren los clientes es importante, pero no suficiente. Hay que conocer bien a los clientes, saber qué piensan, cuáles son sus preocupaciones, qué tipo de problemas tiene su industria, cuáles son sus necesidades y qué expectativas tienen.
Toda esa información nos va a permitir dar el asesoramiento que necesita. También es muy importante desarrollar la gestión de riesgos, la creatividad y el pensamiento crítico. Me refiero a la posibilidad de realizar un diagnóstico de los riesgos que podría llegar a enfrentar un determinado cliente, asesorarlo de la mejor forma para evitar o minimizar esos riesgos y preparar un plan de contingencias. Creo que no es otra cosa que la aplicación con criterio a casos concretos de todo lo aprendido en la universidad.
—Por último, ¿qué es lo que más une y lo que más separa a su generación de la generación de socios en la firma? ¿Qué opina de la mentoría? ¿Hay algún abogado o abogada que actualmente considere como su mentor o referente en la profesión?
—En los últimos años, ambas generaciones han hecho un esfuerzo mutuo enorme por acortar diferencias. Todos entendieron que un acercamiento era necesario. Creo que algo que ha unido a ambas generaciones es el entusiasmo por ser parte de un mismo proyecto.
En cuanto a la mentoría, creo que es fundamental, especialmente desde muy temprano en el ejercicio de la profesión. Es muy importante que un profesional con experiencia acompañe y aconseje a los jóvenes sobre cómo utilizar y sacar provecho de las herramientas y recursos disponibles dentro de la organización, cómo superar obstáculos propios de la profesión y cómo potenciar sus carreras. Tener un buen mentor es determinante para el progreso de la carrera.
Desde ya, todos los abogados con quienes he trabajado directamente han sido referentes en alguna medida. Aquellos con los que trabajo la mayor parte del tiempo son los que más me han marcado y a quienes trato de seguir, pero la verdad es que todos tienen una forma de trabajar distinta de la que siempre algo se puede aprender.
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