¿Qué gobierno merecemos los ecuatorianos?

¿Qué gobierno merecemos los ecuatorianos?
¿Qué gobierno merecemos los ecuatorianos?
Fecha de publicación: 30/03/2017
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Sin ánimo de arribar a conclusiones antojadizas, el próximo gobierno tendrá innumerables desafíos públicos. Especialmente en lo que concierne a la construcción de un liderazgo más colaborativo y horizontal para el desarrollo de la democracia actual. Ya no se trata de proponer una mirada binaria frente a lo positivo o negativo del ejercicio del poder, sino más bien, de establecer un Estado “amigo”, que abra sus puertas a la participación ciudadana.


Nacimos y crecimos en un país con ideas y conceptos distorsionados sobre democracia. Y ahora, asumiendo más que antes que el futuro del país está en juego, muchos desconocen el verdadero espíritu y sentido de la vida en democracia; más aún, después de los largos 10 años propuestos desde el correísmo. Pero, ¿qué trato debemos demandar al nuevo gobernante? Pues, que establezca las condiciones morales y políticas para ejercer ciudadanía en democracia; esto es, un gobierno que sepa reconstruir aquella modernidad política inacabada y que no logra adaptarse a las transformaciones tecnológicas y culturales de la sociedad ecuatoriana actual. Y es que en definitiva, ¿de qué sirve demandar más y mejores gobernantes si no creamos ni proponemos más espacios más inclusivos y deliberativos para nosotros mismos?


Pensemos. Una porción grande de la forma en la que se hace política en este país, depende de nosotros, los ciudadanos. En esa línea, Hannah Arendt, la extraordinaria política alemana, razonaba frecuentemente en su obra acerca de la importancia de los individuos en el cambio social; y, con ello, el poder de los ciudadanos de manejar los hilos del poder político. Argumentaba que “la auténtica acción política aparece como un acto de un grupo. Y uno se une o no al grupo. Y cualquier cosa que se haga por cuenta propia indica que no se es un agente: se es un anarquista”, Esto es una crítica a quienes permanecen impávidos e inmóviles frente a lo que sucede en el escenario político nacional y demandan sentados más democracia, sin promover una verdadera participación intersubjetiva, pues, “quienquiera que, por las razones que sean, se aísla y no participa en este estar unidos, sufre la pérdida de poder y queda impotente, por muy grande que sea su fuerza y muy válidas sus razones”.


El gobierno que merecemos es aquel que logre comprender a plenitud que no necesitamos un líder bajo las construcción política e ideológica del siglo pasado, sino uno que logre generar una cultura política diferente desde la visión cosmopolita del siglo XXI.


Nuestros próximos gobernantes deberán proponernos una cultura menos Estado-céntrica, que establezca una real y verdadera descentralización de la esfera pública. Requerimos un Gobierno con memoria histórica, que rechace firmemente al pasado y le otorgue mayor autoridad al presente. En definitiva, merecemos un Gobierno liderado por quien sepa escuchar a la calle.

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