Mucho se habla hoy día de las criptomonedas, por lo que el gobierno de Venezuela ha decidido embarcarse en esa "moda" como solución a sus grandes problemas económicos: la hiperinflación y la falta de fondos y liquidez, y las sanciones económicas impuestas por la administración estadounidense.

En relación con los dos primeros puntos, la receta es clásica: un alto componente de regulación (donde los sucesos más importantes han sido el control de precios y el control de cambios); la falta de respeto a la propiedad privada; el mal manejo de los fondos públicos; y una política monetaria que no es nada responsable e independiente. La tercera se debe a componentes políticos que no voy a tratar aquí. Sin embargo, es difícil pensar que la economía venezolana se pueda recuperar sin cambios estructurales, respeto al Estado de Derecho y una dosis importante de confianza en las instituciones.

Douglas North, Premio Nobel de Economía y pionero de la new institutional economics, sostenía que las instituciones existen para reducir el nivel de “incertidumbre”. Así, los hombres creamos instituciones para sentirnos más seguros y reducir el costo asociado a esa “incertidumbre”. Sin embargo, no hay nada más “incierto” y arriesgado que la especulación.

Criptomonedas y comportamiento especulativo

A primera vista las criptomonedas reúnen una ventaja significativa frente a las monedas tradicionales. Al permitir una transacción entre dos partes sin intermediario, las transacciones pueden hacerse de una forma más rápida y reduciendo costes.

Sin embargo, las criptomonedas son un fenómeno altamente especulativo, del cual no lo tenemos todo claro todavía. Muchos de sus defensores sostienen que, al no tener sustento o piso monetario, es un bien especulativo. Otros lo ven como el futuro del dinero. Aun así, es muy difícil que las criptomonedas se conviertan en una divisa como tal, ya que deberían reunir tres características: ser una unidad de cuenta, un medio para hacer pagos y una reserva de valor estable.

Respaldo económico

Sólo con el respaldo de los gobiernos - y sus bancos centrales - podrían convertirse en una forma de moneda real, rompiendo así con uno de sus atractivos: el anonimato. En las circunstancias actuales es muy poco probable que puedan convertirse en una moneda como las oficiales, pero el gobierno de Caracas ha pretendido ser el primero en asumir ese compromiso.

Se ha pretendido vender la idea de que el petro es una criptomoneda respaldada por el gobierno de Venezuela, y más específicamente por las reservas petroleras, gasíferas y mineras del país. Ese concepto plantea grandes inquietudes, ya que aunque fuera posible determinar la unidad de cuenta, sería difícil utilizar el petro como medio de pago, además de ser altamente inestable. Por otro lado, no es posible cambiarlo por petróleo, gas, oro, o unos metros cuadrados de suelo.

Su naturaleza nos permite decir que no es una criptomoneda. El petro es más bien un Exchange- Traded Fund (ETF), y como tal, opera respaldado por una canasta de activos determinados o determinables, con una garantía mínima que ciertamente la tecnología blockchain nos permite evidenciar.

Su naturaleza jurídica y económica advierten su fracaso. En primer lugar por el elemento político: si no hay confianza en la economía venezolana, es poco probable que un activo especulativo, fondo o nueva moneda respaldada por el Gobierno la vaya a conseguir. En segundo lugar: mientras el control sea un instrumento más de la política (como lo son el control de precios y el control cambiario), no se generará la confianza requerida por el mercado.

Finalmente, si el petro se hubiese concebido realmente como una criptomoneda - descentralizada y libre de control - podría haber sido un mecanismo efectivo para paliar la crisis económica que afronta el país.