El futuro de la abogacía

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El futuro de la abogacía
Fecha de publicación: 17/12/2015
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Sin traje, sin corbata, y sin papeles: ¿Cómo puede reconocerse a un abogado?

Parece el comienzo de un chiste, pero en realidad encarna el acelerado proceso de cambio que está viviendo una de las profesiones más antiguas y tradicionales del mundo.

La verdadera gran revolución de este siglo se viene anunciando en el campo tecnológico, de esto no hay duda.

Inteligencia artificial aplicada a la abogacía, gestión del conocimiento, big data y otras composiciones lingüísticas similares (hasta hace poco desoídas en el ámbito legal) empiezan a decir presente en las principales firmas jurídicas.

A un nivel más doméstico, hoy, antes de llevar una consulta a un despacho, se hace esa misma pregunta a un buscador de Internet, en una red social, un foro, o un blog. Podrá discutirse la profundidad y precisión de la respuesta que se obtenga (un buen abogado lo haría), pero el fenómeno existe y crece en todos los niveles. De lo sencillo a lo complejo.

La deslocalización también aparece como otro de los grandes ejes de cambio. Si bien se entiende que los abogados están legalmente habilitados para el ejercicio profesional en la jurisdicción en la que se han matriculado, en la práctica, el asesoramiento se ha globalizado.

Esto, en combinación con la tecnología, se materializa con los contact centers legales que abundan en la India y tienen una creciente búsqueda de locaciones en América Latina, en especial en el Cono Sur, por, se dice, la calidad profesional, el precio-dólar de la hora abogado (que en Buenos Aires cotiza a la mitad que en San Pablo y a un cuarto que en Nueva York), el huso horario, y el manejo fluido del inglés.

El outsourcing legal es, justamente, parte de un nuevo modelo de negocio que convive con el estudio jurídico más artesanal y clásico –todavía el modelo más abundante–, el estudio cien por ciento virtual, el estudio en red (con pequeñas células dispersas geográficamente o distribuidas por materia, que trabajan de manera articulada con una misma misión, visión y valores e, incluso, con un mismo nombre y facturación), y las firmas boutique especializadas en una industria o un área del derecho.

A estos procesos de cambio se agrega la necesidad de posicionarse en un mercado global saturado de profesionales y la imperiosa necesidad de gestionar el talento propio y ajeno.

No hay dudas de que la abogacía seguirá atada a las normas y a la jurisprudencia como ha sido desde hace siglos. Eso es algo que el mercado ya conoce, y que ha adaptado a una forma de hacer negocios que muchos abogados creen inmutable.

Pero visto el camino transitado, queda claro que el futuro de la abogacía irá por otras vías.

Y es ahí donde reside el verdadero desafío, en saber combinar las herramientas de antaño con las formas del mañana.
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