¿Es Mr. Trump el diablo?

¿Es Mr. Trump el diablo?
¿Es Mr. Trump el diablo?
Fecha de publicación: 19/01/2017
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Después de una campaña de “marketing” exitosa de cara a las elecciones en los Estados Unidos, la más inmoral para muchos en América Latina, tenemos los ojos abiertos ante las decisiones de un presidente que nadie quería, pero que todo el mundo votó.


No bastaron las declaraciones expresas de deportación de inmigrantes ilegales, ni sobre muros separatistas del viejo siglo, para ganarle a una campaña política que evidencia lo que aparentemente quiere América: ser grandiosa otra vez.


Los seres humanos naturalmente nos sentimos dignificados por el trabajo y por la capacidad de cubrir nuestras necesidades. En su campaña, Mr. Trump vendió esta misma idea y la enfocó desde el punto de vista político. Pocos saben cómo será realmente el cambio de políticas de un Obama complaciente a un Trump voraz, quien ha reconstruido su imperio varias veces -en sus palabras- aprovechando las leyes de bancarrota de los Estados Unidos. Dista, años luz, de la ecuanimidad de un Ronald Reagan.


Cuando las políticas públicas de salud son débiles, o cuando no existe la atención diligente del paciente, no puede culparse a un presidente. Los “muros de Trump” se construyen desde los mandos medios. Desde los funcionarios que han generado distintas matrices entre la salud pública y la privada, y al final, la ejecución no depende de un presidente, sino de la ejecución clara de las políticas públicas —que en ocasiones carecen de controles reales y los resultados son independientes de los deseos de la Casa Blanca. Acusar a Mr. Trump, que está por juramentarse, o a cualquier otro presidente, no soluciona el problema medular que nadie quiere enfrentar y que pasa por analizar la productividad de las empresas que brindan esos servicios y la capacidad que tiene el Estado para ejecutarlos.


EE. UU. se ha caracterizado por ser un motor impulsor de negocios y por defender el libre mercado, por eso le llamamos el “Free World” —y, sin duda, esto no va a cambiar. Al final, para esta nueva administración acostumbrada a las bancarrotas, el reto estará en buscar la eficiencia de los negocios.


La gran pregunta para América Latina tiene que ver con las desviaciones comerciales que ha prometido Trump, considerando que el principal socio de la región sigue siendo Estados Unidos.


Los muros crecerán si no hay ánimo de negociación, Pero ese ánimo de negociación es algo que siempre ha existido, las propuestas suelen sucumbir a las necesidades del mercado americano. Mientras se mantenga la visión de desarrollo e inversión, seguirán existiendo fuentes de trabajo, tanto para oficios, como para puestos profesionales; esto permitirá que los empleos mantengan más o menos la misma demanda y necesidad actual. 


En torno a la región, debe celebrarse la acogida de los Estados Unidos a los procesos de paz y unión, como por ejemplo el deshielo de las relaciones con Cuba y el apoyo a la pacificación de Colombia. Así, el futuro se muestra prometedor —siempre que se le dé el enfoque correcto.


Pero olvidemos a Obama. Ahora el gobierno es republicano, y republicano de Trump. Esto, claro, no significa que no se pueda construir sobre los logros de la administración anterior,  pero definitivamente podemos esperar un acercamiento más de negocios a políticas públicas como el embargo cubano. Recordemos, como lo mencionó la revista Newsweek en 1998, que Trump en una oportunidad trató de establecer negocios en Cuba, pese a las prohibiciones impuestas en su momento.


Mr. Trump será una pieza fundamental en el siglo XXI. No sabemos si sus políticas económicas serán efectivamente proteccionistas, o si solo se trató de un truco de campaña para elegirse, y en la práctica aplicará políticas que más bien aumenten las relaciones de negocios entre Estados Unidos y América Latina. Sin duda, muy pronto lo sabremos.


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